Antes de avanzar en tratar de determinar qué lugar ocupa Dios en tiempos de pandemia y pérdidas de vida vamos a recocernos como iglesia, pues, todos pertenecemos a la comunión en Cristo sin ningún tipo de diferencias. Al decir de nuestra fe, todos somos hermanos aunque alguno no acepte serlo. La Iglesia no es de los ricos o para los ricos ni de los pobres para los pobres porque la pregunta sería: ¿Quiénes son los ricos y quienes los pobres? La iglesia es de todos y para todos, nadie es perfecto. Es por eso que el Señor apelativamente nos pide... "sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos"; el camino a la perfección está señalado por la virtud y la bondad. Entonces, ser miembro de la Iglesia y seguir a Cristo es dar testimonio de la verdad, y por consiguiente de la vida. En ello observamos que en todo momento y en todo tiempo, de angustia, de pérdidas de vidas, de catástrofes mundiales y particularmente en esta época de pandemia, Dios está en cada ser humano, en cada vida y en cada acto hacia el otro.


Si no queremos ubicar a Dios en nuestras vidas y ni siquiera hablar de Él o incluso desconocerle, cada uno sabrá que pensar, que creer y que hacer; pero al menos el hombre debe reflexionar, detenerse por un instante y saber que delante de sí hay alguien que piensa, siente y quiere como él y que de ninguna manera es distinto en su naturaleza ni en su línea de ser...un ser humano.

"...en todo tiempo, de angustia, de pérdidas de vidas, de catástrofes mundiales y particularmente en esta época de pandemia, Dios está en cada ser humano, en cada vida y en cada acto hacia el otro.

Vemos morir a unos y a otros, vemos sufrir a tantos y vemos padecer a alguien más. Y, ¿qué hay de nosotros, de quienes necesitan, de quienes están desamparados, de quienes no obtienen la ansiada justicia? Pobre de aquellos quienes ocupando un cargo para administrarla, no sean justos, no sigan la ley, no proclamen la verdad, porque para ellos su juicio se convertirá en sentencia y su abundancia en miseria. De que vale ganar el mundo entero si nuestra alma se pierde. Es que hay quienes operan al lado del cristiano y no soportan el alma, y no creen en la vida y su trascendente proyección. El día a día es su corriente y su destino, el bienestar. Para estos, sus queridos son los suyos y nadie más, para Cristo, sus queridos son todos e incluso el que está perdido tiene la opción de recuperar la amistad con Él.


En tiempos de desesperanza, alguien acompaña al hombre, El Espíritu de Verdad, aquel que confiado por el mismo Cristo en promesa, se quedó con nosotros y no vemos porque si es vana nuestra fe. Obremos pues, con esperanza porque por Jesús resucitado ella se restaura y con tan sólo un ápice de cantidad nuestra alma se colma, se basta lo suficiente para ver en la oscuridad y tener la luz de nuestro destino.

Por Mario Daniel Correa D'Amico
Profesor, filósofo y pedagogo, con doctorado en el área paradigmas. Seglar O.P. Sto. Domingo de Guzmán.