Actividades como las veranadas en la cordillera están dañando el medio ambiente en un área que hay que proteger.


El piedemonte de la cordillera sanjuanina se caracteriza por tener una forestación que no es abundante y que está representada por una estepa arbustiva, de setos bajos y resistente a la falta de agua, pero que cumple una importante función a la hora de contrarrestar la erosión de la ladera de los cerros, que son afectadas por los temporales de lluvia y viento que habitualmente se registran en zonas de la alta cordillera.


Para preservar estos suelos se deben evitar los procesos de deforestación por cualquier medio, pero que se producen habitualmente mediante las denominadas "veranadas'', tradicionales sistemas de pastoreo que se realizan en los valles cordilleranos de consecuencias irreversibles y devastadoras para la flora autóctona.


Esta forestación autóctona con pequeños arbustos o montes funciona a manera de barreras de contención, y a pesar de ser de muy baja altura es muy efectiva a la hora de preservar las características propias de una geografía muy particular.


Ocurre que en la parte montañosa de nuestra provincia es común la práctica de la trashumancia, utilizando durante el verano los prados de altura para el pastoreo de miles de cabezas de caprinos y ovinos que son engordados en los valles para luego entregarlos a intermediarios que los comercializan fuera del país.


La mayoría de esos animales, junto a sus arrieros, provienen de Chile, y se ha comprobado que la práctica del pastoreo que realizan tiene consecuencias muy graves en la preservación de la flora natural, afectando un ecosistema que cuesta mucho conservar y mantener en condiciones óptimas.


Desde antaño, se ha observado que las veranadas no contribuyen a mejorar la condiciones de las zonas cordilleranas y precordilleranas. Por el contrario, van deteriorando paulatinamente un medio ambiente que debería mantenerse lo más intacto posible, para evitar deslizamientos, derrumbes, aludes, avalanchas o cambios de dirección de los cursos de los ríos, que luego llegan hasta los valles y que son responsables de la vida en estos lugares.


El hecho de que esta actividad se realice en lugares inhóspitos y alejados de los centros poblacionales, dificulta observar los referidos problemas que ocasiona. Se trata de una actividad que si bien no es clandestina, se hace muy difícil controlarla, por lo que los daños tampoco se observan de inmediato, sino mucho tiempo después de haberse realizado la actividad.


Si bien los arrieros o propietarios de los animales pagan un canon por ingresar su ganado a los valles cordilleranos sanjuaninos (en los últimos años estuvieron abonando un promedio de 4,5 dólares por cabeza de ganado menor y 20 dólares por ganado mayor) esos montos no recompensan el mal que ocasionan y las consecuencias que tiene esta actividad en la preservación del ecosistema.


Con la llegada de la minería en gran escala se logró que las empresas del sector respeten en gran medida este concepto, lo que hizo posible que mucha gente tomara conciencia de la importancia que tiene preservar el piedemonte cordillerano como vital para garantizar las condiciones climáticas y ambientales en la zona de la cordillera. Ahora hay que buscar que el resto de las actividades que se realizan en esta ámbito imiten este comportamiento. En este marco, la actividad de las veranadas está muy cuestionada por lo que deberá ser estrictamente controlada por el área oficial de medio ambiente.

Por Alfredo Correa
DIARIO DE CUYO