"Argentina es testigo de hechos sociales en América... sus políticos deben encausar al pueblo mediante valores de bien común desde la visión del trabajo y la producción, y no desde un facilismo de un Estado benefactor...''.

Latinoamérica se caracteriza por representaciones discursivas aunque no mantiene el consenso social. El efecto de querer reafirmar y consolidar estructuras sociales ya existentes desde el Siglo XX, tiende a mantenerse desde el discurso político en la medida en que una ideología populista se arraigue en toda América, pues la misma tiende a suprimir actores sociales en oposición a los países económicamente más poderosos creando vínculos entre gobernantes de países como los de América del Sur y planteando la existencia de un enemigo común al cual oponerse.


A pesar de la diversidad de predominantes intereses, del desarrollo económico y de culturas diversas, se pretendió darle a Latinoamérica una identidad cuyos postulados asimilan una concepción populista ya que se aparejaron los movimientos sociales a ciertos requerimientos que tenían que ver con la articulación de demandas populares. Posición no determinista sino constructivista que propone la necesidad de reconocimiento del otro lo que no necesariamente significa desde una perspectiva global una definición de identidad. La aceptación del plano discursivo no implica el del consenso social como se pretende. Las demandas populares dentro de esta lógica nos llevan en muchos casos a enfrentamientos de poder, por un lado el poder de ser todos, contra el poder de la democracia de la norma establecida, pues, el hecho de que personas con poder representen su opuesto no significa que ellas postulen un plano ideológico de autocracia. Cuando en la praxis se observan los enfrentamientos de poder como es el caso actual de Venezuela por ejemplo, la autonomía del ejercicio representada por el pueblo queda vulnerada por contiendas de provocaciones que no dejan más que heridas en el mismo pueblo. Nadie realmente se hace cargo de estos efectos o consecuencias que parecen inevitables. Sin embargo a la luz de la verdad normativa representada por la constitución el manejo de tales circunstancias puede encontrar un asidero de respuestas, frente a ideologías o posiciones encontradas. Es que en el siglo XXI la solución a estos conflictos que dejen un resabio de camino para lograr una identidad en el marco de la globalización parece inclinarse más hacia le aplicación de los mecanismos constitucionales que a los de factor ideológicos del poder.


¿Quién se anima en estos tiempos a direccionar los enfrentamientos entre el hecho de alcanzar una identidad latinoamericana entre las fluctuantes luchas o enfrentamientos de poder?


Por la identidad se trabaja desde toda representación pues los intereses deben converger en postulados constitucionales y no ideológicos. Argentina es observadora y testigo de tales hechos sociales en América y sus políticos, funcionarios oficiales y opositores deben reflexionar sobre los mismos en virtud del equilibrio para el sostenimiento de un pueblo encausado a la demostración de valores sobre el bien común con todo lo que implica desde la visión del trabajo, la producción, la industria y la inversión y no desde un facilísimo oportunista de un Estado benefactor, más allá de las posiciones encontradas que genere esta concepción pues siendo así, este, debería superarse por un modelo de cohesión desde una identidad latinoamericana evolucionada hacia un requerimiento de que los pueblos sepan administrar sus riquezas y distribuirlas o en su defecto lograr inversiones cuyos resultados beneficien en concreto a pueblos y regiones prolíferas.