Hasta el año 2030 se espera que el número de personas de sesenta años o más aumente en todo el mundo de 901 millones a 1.400 millones.


Reconozco que me emocionan esas sociedades armónicamente libres, incluyentes con todas las edades, responsables a los desafíos del mundo actual, que han tomado como lenguaje la conciencia crítica, y que contribuyen de este modo a la concordia y al cultivo de la unidad entre moradores diversos.


Sin duda, son estas marchas colectivas o individuales, hacia esa singular identidad que todos poseemos, las que nos humanizan, haciéndonos crecer hacia ese perfil poético, verdaderamente trascendente, más allá de lo que soy en el camino de los días. Ahí quedan nuestros andares, sustentados en la humana perspectiva del tiempo, que han de hacer reflexionar a las futuras generaciones.


La agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) reconocen, como es legítimo, que el desarrollo únicamente se puede lograr si se incluyen a todas las edades. 


Precisamente, ante los retos del envejecimiento en el planeta, yo siempre digo lo mismo, es una gran riqueza tenerles para poder cohesionarnos. Tienen ganada la cátedra de la vida, y por ello, son un referente vivencial que puede aportarnos sabiduría y luminosidad para encauzar los nuevos tiempos. Una ciudadanía que no custodia sus raíces, que no escucha otras experiencias vividas, difícilmente va a poder avanzar en nada.


En cualquier caso, a pesar de los muchos pesares, no perdamos jamás la esperanza. Justamente, en ese viaje hacia la ecuanimidad que otorga la madurez, aparte de que nos convenga dejarnos sensibilizar por esas desigualdades y abandonos durante la vejez, es menester explorar otras políticas más creativas ante el curso de la vida, tales como el aprendizaje permanente, la protección social, la cobertura sanitaria universal, e incluso medidas laborales proactivas y adaptativas. Téngase en cuenta que, entre 2015 y 2030, se espera que el número de personas de sesenta años o más aumente de 901 millones a 1.400 millones. El incremento de este envejecimiento poblacional lo que ha de hacernos es repensar e interrogarnos sobre el espejo de nuestra silueta, no vayamos a perder la memoria, puesto que más pronto que tarde también nosotros llegaremos a esa longevidad fatídica en la que apenas contamos nada, ni para nuestros propios descendientes. Requerimos, por tanto, de grafías menos inhumanas. Por desgracia, vivimos en una época en el cual los ancianos nos se les considera, si acaso se les ve como una carga, obviando que forman parte de nuestra vida, y que son nuestra savia. 


No permitamos manejos que nos esclavicen a su antojo. Uno tiene que vivir y dejar vivir como le plazca; eso sí, respetando siempre a los demás, ya que igual que uno se pertenece, también afecta con su historia a la humanidad.


Consecuentemente, tampoco nos conviene dejarnos seducir por contiendas inútiles como puede ser la actual batalla entre géneros o la mezquina plaga del odio que se viene sembrando por todos los continentes del planeta.

Por Víctor Corcoba Herrero
Escritor