Es un hecho que a la intimidación escolar no se le presta la atención debida. Conocido con la palabra inglesa "bullying'', este fenómeno da señales alarmantes, a finales de 2006 en Chile con el suicidio de una chica de 13 años intimidada por compañeros.

Por otra parte, una ley inglesa establece que toda escuela debe tener un plan para atender la intimidación, entanto que en Europa y Asia hay programas para atender el tema..

También aparecieron nuevos términos como "ciberintimidación'', que es la intimidación que utiliza mensajes de texto, correo electrónico o página Web.

La intimidación se caracteriza por la persistencia, el niño que la sufre termina sintiendo temor constante, pueden resultar afectados el rendimiento escolar, la salud, incluso mental, la autoestima, se menciona además depresión e ideas suicidas; el intimidador puede incrementar esa conducta, incluso ingresar después a la delincuencia.

A esto se agrega las dificultades en la docencia propias de este tiempo, el maestro es menos respetado, puede temer las consecuencias de su accionar en la corrección de la conducta escolar, se puede llegar a eludir la intervención de la escuela en este problema, lo que puede llevar a consecuencias dramáticas. Un nuevo factor estaría separando la escuela de la vida del niño, pero en este caso de la vida dentro de la escuela, y en las proximidades cuando hay enfrentamientos a la salida del colegio. Si no se logra la colaboración entre la escuela y la familia la situación se agrava. Por difícil que resulte esa colaboración es necesaria, el niño víctima de intimidación escolar puede manifestar trastornos en su casa, si no hay diálogo y buen funcionamiento familiar los padres pueden tardar en enterarse del problema, y se habrá perdido un tiempo valioso.

No es un tema que se descubra en Argentina, en España se estima que alcanza al 24 % del alumnado. Tiene causas múltiples, raza, religión, nivel social y las consecuencias pueden ser graves, violencia física, psicológica; incluso deseos de venganza en la víctima.

La escuela no tiene un plan para enfrentar este tema, la desconexión de la familia con la escuela hace más graves las cosas. El estado de casi abandono en que se encuentran muchos adolescentes, manejan sus vidas sin guía familiar, ante una sobre estimulación a través de los medios de comunicación, los lleva a imitar conductas instaladas mediáticamente. Todavía piensan en la escuela como un medio de avanzar en la vida con el ingreso al mundo laboral, o con un estudio superior; pero la escuela en sí misma, como instancia formativa, para muchos no presenta un atractivo importante; incluso puede ser una etapa tolerable, junto a otros intereses que responden a la superficialidad que ven en imágenes distorsionadas de la realidad. Incluso esa superficialidad se muestra como espontaneidad, la agresividad forma parte de esa impulsividad que ven, y parece que asumen como pautas de conducta instaladas sin criterio formativo. Se habla de enfrentamientos de alumnos a la salida de la escuela, pero el tema no alcanza notoriedad de acuerdo a la gravedad que tiene.

La tarea que se impone. No solo la vigilancia necesaria, hay que pensar en la formación que dé motivos para superar ese estado de cosas, que aporte principios que guíen el pensamiento y la conducta. La ausencia de principios válidos genera consecuencias que están a la vista. La reacción espontánea no agota la capacidad de respuesta humana, cuando en esa espontaneidad se supone agresividad la situación empeora, la mente joven queda abandonada a la instalación de hábitos perniciosos para su formación humana.

La familia tampoco puede ignorar este tema, el comienzo de las clases exige atención a cosas que empiezan de nuevo después de las vacaciones, esa adaptación es un momento especial que necesita la presencia de los padres. Es importante que el adolescente entienda las normas que se imponen y no tema contar los problemas que aparezcan, sabiendo que tiene en quien confiar.