Los baqueanos son aquellos hombres que al conocer palmo a palmo la montaña son indispensables en toda expedición.


Es destacable la labor que realiza el baqueano tanto en el ámbito civil como militar. A lo largo de nuestra historia estos hombres han guiado expediciones de distintas índoles en nuestras montañas, tanto en la precordillera como en la cordillera, sorteando todo tipo de inconvenientes gracias al conocimiento adquirido por haber vivido en la montaña gran parte de su vida.


Desde mi punto de vista el baqueano es un verdadero amigo porque cuando se lo necesita en la montaña siempre está al servicio para dar una mano. También son amigos porque desde cualquier punto de nuestra extensa cordillera, cuando uno trata con ellos encontramos, por lo general, la misma personalidad, que se caracteriza por su modestia y honradez. 


Siempre es tema en los ambientes de montaña rescatar, resaltar y recordar a estos hombres que al conocer palmo a palmo esos terrenos se convierten en las personas indispensables de toda expedición de envergadura a la alta montaña, ya sea andinista, geológica, minera, hidrológica, entre otros temas. Desde los albores de nuestra nacionalidad estos curtidos montañeses han prestado valiosos servicios a la patria manteniéndose en el anonimato, tanto en los hechos que fueron protagonistas como sus nombres.


De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española "Baqueano/a, baquiano/a" es el "práctico/a de los caminos, trochas y atajos". En el Ejército Argentino este soldado no sólo cumple con ese rol, sino que realiza arriesgadas tareas de rescate y salvataje en la cordillera, es la especialidad más antigua de la Fuerza, con antecedentes en los viejos rastreadores en los que hasta el propio San Martín confió para desarrollar la campaña libertadora. 


En el ámbito de nuestro ejército el espíritu de sacrificio es la impronta que distingue a los baqueanos, son quienes van a la vanguardia de las tropas para detectar o simplificar su paso hacia un objetivo. Pero además, asesoran y acompañan en las ascensiones a distintos picos de la cordillera. Deben conocer las condiciones del clima, es decir cuándo subir o bajar y manejar a la mula que siempre lo acompaña y que tiene sus peculiaridades.


El baqueano bisoño consigue esa experiencia con permanentes salidas al terreno (no hay otra escuela que esa) y donde tiene que pasar largos períodos en soledad, en la montaña y el monte y registrar en su memoria sendas, caminos, grietas, pasos, vertientes, etcétera, revela también y se hace ducho en el conocimiento de los vientos, dirección y velocidad y en el vuelo de los pájaros.


Ayer se conmemoró un aniversario más del Día del Baqueano militar, porque fue un 18 de agosto pero de 1953, cuando en la Laguna del Diamante, en el departamento de San Carlos, distrito Pareditas, a 220 km de la ciudad de Mendoza, se produjo una tragedia militar por la que en 1966, sería instituida esta fecha bajo la protección de su patrono, San Francisco Solano. Los hechos se sucedieron cuando horas antes del luctuoso hecho, una comisión militar de 35 soldados del Ejército y algunos gendarmes, inició el reconocimiento de hitos limítrofes con ascensiones a las montañas circundantes. Pese a las advertencias de que el calor reinante presagiaba un temporal, el oficial al mando hizo continuar la marcha. Como se preveía, la tormenta de nieve y viento se desató y encontró a la comisión separada en tres patrullas. En el intento por replegarse en peligrosas condiciones, murieron 21 soldados y 2 gendarmes por el frío y el agotamiento. Varios baqueanos, entre ellos.

Por Martín Andrés Carelli
Profesor de Historia, docente de la UNSJ. Miembro de la Junta de Estudios Históricos de San Juan. Montañista.