De idéntica forma, el novelista y ensayista Mario Vargas Llosa acrecienta esta explosión lingüística latina, junto a Octavio Paz (un poeta intrépido), José Donoso (siempre implicado en temas sociales), Alejo Carpentier (acrecentando sus historias de ficción con sus fuentes históricas), Ernesto Sábato (un hombre de verbo existencialista que ahondó sobre los abismos de la naturaleza humana), Pablo Neruda (el poeta que le cantó al amor como nadie), Gabriela Mistral (hizo del lenguaje coloquial una velada reflexiva), Juan Rulfo, Roa Bastos, Jorge Luis Borges, Onetti, Cortázar, y tantos otros, que hicieron de la lengua española una cadena de pensamiento solidario.

A todos ellos, hemos de agradecerles el cultivo de la palabra, pues si Cervantes unió todos los géneros literarios para activar un estilo incluyente de ideas, estas gentes latinas de hondo pensar, asimismo nos trenzaron una comunión de voces, uniéndonos a todos los hispanoparlantes. Este es el gran mérito, la unidad para fortalecer los ideales, los propósitos y principios innatos, el bienestar general de los pueblos.

Por ello, que las Naciones Unidas celebren el Día del idioma español (23 de abril) para apoyar los programas y el desarrollo del multilingüismo y el multiculturalismo, de alguna manera nos mueve la conciencia, para poner en valor el imperio de las palabras. No hay espejo que mejor refleje nuestra imagen que su modo de decir. Precisamente el poderío de los léxicos latinos, en mi humilde juicio, llega por ese proceder natural de expresar grandes pensamientos con sencillas voces.

Sea como fuere, hemos de regresar a la letra impresa, a los clásicos, a los libros de siempre, de todo momento, que son aquellos que nunca decepcionan. Ellos pueden hacernos despertar, recordarnos lo mezquino y estúpidos que somos en ocasiones. Ciertamente, el día del idioma español se conmemora en honor a Miguel de Cervantes Saavedra, pero deberíamos igualmente evocar a los artífices de esa literatura hispanoamericana, única e imprescindible en nuestra lengua, trascendente a más no poder.

A propósito, me viene a la memoria aquella célebre frase del escritor argentino, Jorge Luis Borges (1899-1986): "siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca''. Ahí está el edén de las letras para despertarnos de la miseria humana. Hoy más que nunca requerimos estar alerta, saber discernir, pues tan importante como dominar la tierra es aprender a convivir armónicamente. No me cabe duda, que a través de la literatura podemos encauzar otro mundo más habitable, puesto que es siempre el cultivo de lo auténtico, lo que genera buenos sentimientos.

En efecto, el ser humano es un ser espiritual en continua búsqueda, que necesita reencontrarse con el diálogo, dejarse cautivar por la belleza, y hemos de reconocer que, en los autores latinos, hay un manantial de conocimiento y de experiencia contemplativa que nos ayuda a comprendernos más y mejor; y, sobre todo, a conducirnos por la vida.