Ante la comentada baja del consumo de vinos y de una disminución de la producción, es necesario tener en cuenta la evolución de los mercados y la cambiante situación de la oferta a raíz de la evolución de una política comercial tendiente a valorizar el producto y crear una imagen un tanto sofisticada que haga pensar que es un producto para élites y ha dejado de ser, como decía aquella publicidad del INV, "La bebida de los pueblos fuertes".


Es necesario hacer un poco de historia sobre lo que el vino era para el común de la gente y cómo fue cambiando el concepto y el gusto del gran público. Desde 1940 en adelante el vino era una bebida popular de consumo masivo, tanto para las familias de clase alta como para los humildes, para jóvenes y mayores. En la ciudad el consumo diario de la botella de vino y la soda en las comidas era común, al igual que en el campo, donde al no haber heladeras ni hielo, a la botella y el sifón se la llevaba de la proveeduría o almacén más próximo para que estuviera fresco a la hora del consumo. Luego con el avance tecnológico y la difusión de las heladeras se compraba en damajuana y se enfriaba en el refrigerador, así teníamos un consumo masivo, creciente y permanente.


También era costumbre en las casas, fuera de las horas de comida, servir una copa de vino generoso, oporto, moscato, mistela, manzanilla o jerez con unas galletas dulces a las visitas en la media tarde, lo que se transformó con el tiempo en la costumbre de convidar una gaseosa.


Además el vermouth, que es a base de vino, fue siempre una bebida que acostumbraban a consumir a media mañana los señores que se reunían en confiterías o club, una costumbre que ahora prácticamente ha desaparecido. Cinzano fue muy importante en San Juan y elaboraba vinos para vermouth y para destilar y elaborar el cognac Otard Dupuy, nada menos que 25.000.000 de kg de uva. A la misma altura, pero por Av. Libertador, están las ruinas también de Duc de Saint Remy que elaboraba champagne que estuvo muy acreditado mucho tiempo y competía con Monitor.


Ahora las damajuanas no se ven, el vino común no existe, solamente hay tetra y en oferta restringida y lo demás son todos vinos finos o reservas que por su categoría tienen precios elevados que hacen muy pesada su adquisición para el común de la gente.


Por tal motivo el consumo permanente y masivo de vino se ha transformado en un acto restringido, reservado para personas de mayores recursos e imposible para el asalariado común.


Tal es el despropósito de los bodegueros y comerciantes que comprobé en un negocio de jerarquía y productos seleccionados vinos nacionales de $800 a $1.200 y le comenté azorado al dependiente sobre el valor, me respondió que me podía mostrar una botella de $8.500. Supongo que sería importada porque las otros son de una bodega de Mendoza.


Sería bueno que se hiciese a nivel nacional, con intervención del INV y las cámaras que agrupan a productores elaboradores, distribuidores y vendedores, una reunión nacional para ajustar y establecer una política coherente en defensa de productores, elaboradores y consumidores que evite una crisis sectorial que a no dudarlo se producirá si el mercado continúa así distorsionado.


Es lamentable que una agricultura y elaboración de productos de altísima calidad vaya perdiendo clientes por una distorsión del mercado que va cambiando las formas y las calidades de la mercadería que ofrece y distorsiona precios haciendo que el cliente que permanecía cautivo y satisfecho se vea obligado a buscar sucedáneos por la falta de adecuación de calidades y precios.