Hace unos meses, cuando empezaba la pandemia en el país, escribía una columna sobre la incertidumbre y la educación, la importancia de esta y su papel en la gestión de lo incierto y cambiante. Por estos días hemos atravesado parte de este camino, y digo sólo que hemos atravesado, porque no sabemos por dónde vamos y cuándo o cuál es el final o si seremos caminantes para siembre. Pero, más allá de esto, creo que podemos aportar algunas ideas que nos pueden ayudar a seguir avanzando. Una de ellas es la fuerza, creatividad y valentía de muchos docentes, alumnos y padres que han demostrado que se puede educar en contextos de incertidumbre realizando el proceso de enseñanza y aprendizaje por los medios que nos propongamos: virtuales, duales, semipresenciales, etc. Estos actores han demostrado que no hace falta esperar a que lleguen tiempos similares a los anteriores a la pandemia, refiriéndome por ello, a todos los comentarios y decisiones que proponen esperar a la presencialidad, a la vacuna o a super cápsulas que vuelvan a ponernos a menos de un metro para volver a educar. Es cierto que los límites y los condicionamientos humanos han sido y seguirán siendo muy importantes. Este proceso sólo reveló lo que ya venía sucediendo y estaba "semi" oculto. La educación sin pasión, sin creatividad, sin innovación de los actores involucrados no se realiza plenamente, tal vez ni siquiera se gesta, la simple repetición de contenidos que se hacía en algunas aulas, no va más. Lamentablemente el proceso de aprendizaje no se realiza por generación espontánea y por la incorporación de contenidos de forma enciclopedista. Y esto no lo puso en crisis la pandemia sino "Google". ¿Para qué tantos contenidos e información, si tenemos una súper biblioteca que nos trae en tiempo real todas las respuestas que hagamos? Este hecho ponía en crisis a la educación mucho antes de la pandemia.

"La educación sin pasión, sin creatividad, sin innovación de los actores involucrados no se realiza plenamente...".

Por eso debemos repensar y caminar hacia otras rutas, tal vez inestables e inciertas, pero que intenten dar otros resultados. Necesitamos niños, jóvenes y futuros adultos que no acumulen información, sino que sepan leerla críticamente, que sepan buscar, que estén dispuestos a aprender constantemente, a tener una mirada de admiración y asombro. El aprendizaje significativo es el que nos asombra y para que ello suceda, esta actitud debería gestarse en todos los actores involucrados. 


En primer lugar, el "Estado" debe asombrarse de lo que provoca un pueblo con libertad de pensamiento, creatividad, innovación y no intentar continuar igual sólo tratando de tenernos conformes para que en las próximas elecciones les vaya bien. En segundo lugar, los sistemas e instituciones deben asombrarse de lo que sus alumnos, padres y docentes proponen dando lugar a currículas abiertas y flexibles. Aprender a pensar, a hacer flexibles, a convivir mejor, a cuidar el medio ambiente, a convivir con la contingencia, con la incertidumbre como una aliada de la humanidad y no como la enemiga. 


Finalmente, maestros y alumnos que se asombren del conocimiento, de sus límites, de la innovación, de la tecnología y sus implicancias, pero sobre todo que se asombren de la humanidad, de lo que hacemos bien y de lo que hacemos mal para poder cambiarlo. 


Hoy necesitamos una educación al servicio de la humanización, ya que la pandemia sólo expuso lo que subyace en ella, en la ciencia, en la política, etc., y ello, lamentablemente, es que nos falta pasión creatividad, innovación y respeto por la humanidad, por el otro. Y este cambio sólo puede ser impulsado por la educación.

Por Jorge Ernesto Bernat 
Licenciado en Filosofía y Especialista en Enseñanza de la Educación Superior.