Por Miryan Andújar
Abogada. Docente. 

Vivimos tiempos convulsionados, marcados por la intolerancia y la agresión en las relaciones interpersonales. Están los intolerantes y los otros, aquellos que en nombre de la tolerancia, no toleran a los intolerantes y, en el medio, el ciudadano común que se esfuerza por no caer en el pozo ciego de la intransigencia. Cualquier diferencia es la excusa perfecta para convertir las relaciones humanas en un cuadrilátero para la contienda. 


Ahora bien, podemos conformarnos con describir la realidad o dar un paso buscando alguna salida. Seguramente el lector prefiere no detenerse en abrumadores diagnósticos, sino avanzar abriendo puertas.


Propongo abrir una: la puerta que nos conduce al niño o niña que fuimos algún día, cuando aprendíamos a conjugar verbos. Y en una especie de ejercicio lingüístico, proponernos cambiar aquellos verbos cercanos a la confrontación, por otros indispensable para transitar el camino de la Amistad Social. Concepto que implica algo más que un pacto de no agresión, sino la capacidad de caminar juntos construyendo la paz y la justicia. Avancemos en esta línea. 


El verbo, es la parte de la oración que expresa acciones, movimientos, procesos, estados o condición del sujeto en un tiempo determinado. Y como toda palabra, el verbo cargado de destino, afecta a personas y cosas.


A veces, la acción del sujeto recae sobre sí mismo y está relacionada generalmente con acciones de la rutina diaria. Son los llamados verbos reflexivos. Sin embargo, para la de por sí complicada convivencia humana, los verbos que debemos conjugar son aquellos que afectan a otra persona. Es un dato de la realidad apoyado en fundamentos antropológicos, que para el ser humano "vivir es convivir''. He aquí dos verbos que no pueden separarse. De manera que, cómo sea nuestra convivencia será nuestra vida. Habrá de coincidir el lector que nuestros entornos sociales, no son la mejor fotografía de actuación eficaz de este binomio.


Cabe aquí una pregunta a manera de reflexión: ¿Cuál es el rol de la educación en el aprendizaje de virtudes y valores morales necesarios para la convivencia social? Virtudes y valores que se expresarán en acciones concretas. Vemos algunas de ellas: - Habla que te escucho; - te amo y acepto como eres, más allá de las diferencias; - te propongo un camino que recorro desde mi fe, pero no te impongo mi fe. Escuchar, aceptar, amar, proponer, he aquí la importancia de aprender a conjugar nuevos verbos.


Pensemos ahora en nuestros ámbitos educativos. Aún existen en nuestras aulas modelos pedagógicos centrados en los verbos depositar - memorizar - disciplinar. Desde esta mirada verticalista de la educación, el alumno es visto como un recipiente vacío donde el docente deposita conocimiento. La evaluación, lejos de formar parte del proceso de enseñanza-aprendizaje, es una meta excluyente que valora la repetición automática de contenidos. Y la disciplina, una pesada mochila que los va entrenando para un vuelo cada vez más cerca del piso. Mientras esto ocurre la sociedad, paradojalmente, exige ciudadanos con mayor protagonismo, juicio crítico y capacidad de ponerse en los zapatos del otro. He aquí una gran tarea y un desafío del sistema educativo en su totalidad. Urge aprender a conjugar nuevos verbos para la tolerancia social: dialogar en vez de imponer; amar en vez de juzgar; aceptar en vez de discriminar; proponer en vez de adoctrinar.