El periodista Francisco Bustelo Graffigna siempre recordaba sus discusiones con Lucho Román, otro gigante del periodismo sanjuanino, cuando ambos compartían tareas en Radio Colón. Según Bustelo, peleaban por una vieja porfía periodística: calidad o inmediatez. En 1996 Gabriel García Márquez plantaría posición con la histórica frase "La mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor". Bustelo y Román lo discutieron mucho antes y, por lo que contaba el exdirector de Colón, nunca lograron ponerse de acuerdo. Quito razonaba como Gabo. A Lucho nunca me animé a preguntarle por qué pensaba distinto, pero puedo intuir que se dejaba inundar por su espíritu de movilero; ese extraño poder supremo e innato por el que lograba colarse en cualquier lugar y bajo las más insólitas circunstancias. Así pudo entablar pequeños diálogos con presidentes y hasta con un Papa. En aquéllos momentos su famoso "un saludo para San Juan" era un logro propio de los mejores, reservado sólo a los mejores. 

Podemos ir mucho más atrás en la historia de esta provincia y analizar a un periodista más grande aún: un tal Domingo Faustino Sarmiento. El prócer cimentó su carrera política en una permanente y férrea defensa de lo que pensaba. Carecía de estructura partidaria o de las bondades acomodaticias de la política, pero impuso su figura escribiendo, lo que no debió resultar cómodo. Es muy probable que Sarmiento hubiera sido muy crítico de las acciones de los gobiernos, si le hubiera tocado vivir una circunstancia como la que está atravesando la humanidad hoy. Pero también es muy probable que hubiera apelado a la verdad y no a la especulación. Las mentiras no ayudan a una sociedad con miedo. Si bien Sarmiento escribió con un fin político más que periodístico, como ocurría con la prensa en general en aquélla época, se deduce de la mayoría de sus letras que intentó ayudar, no destruir. Y luego lo confirmó en su Presidencia con históricas acciones en educación o economía, por nombrar dos materias solamente.


Poniendo los pies sobre el presente y en esta coyuntura del Día del Periodista, resulta imprescindible emplazar en valor el trabajo de la mayoría de los comunicadores sanjuaninos. Qué hubiera sido de San Juan sin periodismo. Si la verdad está en las redes sociales, en ésta provincia hay cientos de enfermos de coronavirus, varios muertos, el hijo del quinto caso está contagiado, la médica del primer caso contagió a cientos de jóvenes en una noche de boliche y los médicos del hospital Guillermo Rawson están todos contagiados; lo mismo que enfermeros y personal de salud en general. Todas mentiras. Pero más de uno que estará leyendo estas letras, estará pensando que yo también miento, porque alguien le dijo que aquéllas creencias son verdades absolutas. "Me lo dijo un amigo que trabaja en el hospital", estará reafirmando algún lector a esta hora. Pues bien, a riesgo de perderlo, le tengo que decir que no. Lo que usted dice es mentira.


Pero no todo es culpa de la gente común, que no tiene por qué saber qué es una fuente, como se la trata y cómo hay que hacer para chequear información. También hay política en el medio. Los que trabajamos en los medios no podemos dejar de señalar que el actual diputado nacional José Luis Gioja y algún imberbe, interesado y aburrido seguidor de éste, están detrás de muchos de los belicosos posteos. La gente tiene miedo, es verdad, pero Gioja, alejado de la vida prolífica, está haciendo todo lo posible para acentuar algunos errores del gobierno provincial. Dos medios nacionales han señalado sus vínculos comerciales con un tal Salvo, apoderado de una empresa que venía ganando contratos en Salud Pública sin licitaciones, más o menos igual a los seguros de los empleados estatales. La empresa de Salvo ha ganado miles de millones a costa del Estado y mientras Gioja gobernó la provincia. Reitero: sin licitación. Es probable que la edad de Gioja le haga olvidar que la política (no sé si la Justicia) lo hizo zafar de una causa por corrupción, que Marcelo Lima ya no es su escudo de defensa, que la gente que lo sigue lo está abandonando, que carece de representatividad, que se está despidiendo de la vida política de la provincia de la peor forma y sin posibilidad de retorno, que Marcelo Orrego no es tonto ni manejable como él creyó, que Fabián Gramajo es Uñac, que la mayoría de las herramientas de comunicación que creó para doblegar a este diario no le sirvieron, y que no tiene a nadie para sucederlo porque nunca dejó que nadie creciera a su alrededor. Y a medida que pasa el tiempo, sus chances se van agotando. Ya nadie le cree, no habla, nadie lo escucha, en la Nación no le atienden. Gioja es quien está detrás de los escraches maliciosos y mentirosos a periodistas y de las movidas en redes contra funcionarios de Uñac. No me importan los funcionarios, pero sí los colegas que, con defectos y virtudes, hacen lo que pueden con sus bajos sueldos y las cientos de horas en la calle y en las redacciones. El único objetivo de Gioja es la destrucción, nada más. No tiene otro objetivo. 


En definitiva, todos tenemos que ubicarnos en el lugar que nos corresponde: los periodistas a hacer nuestro trabajo, la gente a no jugar a ser profesionales de la comunicación y Gioja a encontrar un rumbo, que no sea el de hacer daño. Ojalá lo entendamos todos.