¿Quién se acuerda hoy de “pedir la mano”? Esa escena solemne en la que el novio, nervioso, se presentaba en la casa de la futura esposa con padres, tíos y hasta algún padrino, para formalizar la intención de casamiento. Era casi un ritual social: se servía café, se hablaba de futuro y, si todo salía bien, la familia entera aprobaba con un gesto de alivio. Hoy, en cambio, el compromiso llega en forma de “selfie con anillo”, subida a las redes antes de que los propios abuelos se enteren.

Fiesta de compromiso

Hubo un tiempo en que existía la “fiesta de compromiso”. No era un casamiento anticipado, sino una celebración intermedia: música, brindis y discursos que oficializaban el tránsito de la soltería a la vida de a dos. Esa costumbre se fue apagando. El paso del noviazgo al casamiento se acortó, y el compromiso como rito social prácticamente desapareció.

Lo mismo pasó con las visitas de novios. Había días asignados para ir a ver a la prometida. Los jueves, por ejemplo, eran jornadas de tertulia familiar, donde el novio se sentaba en la sala, con la futura suegra hilando cerca y el suegro evaluando en silencio si aquel muchacho sería buen esposo. Hoy, las parejas conviven sin pedir permiso ni observar protocolo, y nadie imagina a la suegra bordando en la esquina del living.

Los velorios

Podríamos hablar también de los velorios de tres días, de los espejos tapados en Semana Santa, de las coronas moradas para los difuntos en febrero y noviembre. Costumbres que tenían su peso simbólico y que, con los años, fueron quedando en el olvido, desplazadas por la rapidez de la vida moderna y por un modo de pensar que desconfía de las formalidades.

No se trata de reclamar la vuelta de aquellas prácticas, sino de reconocer lo que significaban: marcar etapas, dar solemnidad a los momentos importantes, reforzar la idea de comunidad. Cada costumbre perdida es también una señal de cómo hemos cambiado.

Era de inmediatez y ritos nuevos 

Tal vez lo curioso es que, en la era de la inmediatez, todavía buscamos ritos nuevos para llenar esos vacíos. Donde antes había una ceremonia de compromiso, hoy hay publicaciones en redes sociales. Donde antes había visitas de jueves, hoy hay videollamadas diarias. Cambiamos las formas, pero seguimos necesitando símbolos.

Quizás, en unos años, alguien escriba otra columna recordando que “antes se anunciaba todo por Instagram” y que “antes los novios publicaban hasta el menú de su fiesta”. Y entonces también parecerá una antigüedad.

Las costumbres pasan, se transforman o desaparecen. Lo que no cambia es esa necesidad de dar significado a los grandes momentos de la vida. La diferencia está en cómo cada época inventa sus propios rituales.

 

Por Miriam Fonseca
Escritora-Historiadora