Aquel 18 de enero de 1817, luego de llegar de Mendoza, partió la IV División del Ejército de los Andes o Columna Cabot. El día se había presentado diáfano y un tanto caluroso, ideal para el comienzo de aquella formidable patriada protagonizada por las huestes del comandante Juan Manuel Cabot, al mando de la nombrada división.

El valeroso militar que dirigió aquel grupo de sanjuaninos era cuyano de corazón, pues había nacido en la norteña provincia de Tucumán el 23 de marzo de 1784. Por esas extrañas cosas que rigen la vida de los grandes, el destino quiso que fuera uno de los brazos armados del Gran Capitán en tierra sanjuanina.

El militar había establecido su cuartel general en el Convento de Santo Domingo, desde este punto y previa bendición de armas en la iglesia de San Agustín y juramento de rigor, emprendieron la marcha aquellas bizarras tropas cuyo destino final era aniquilar a los “godos” en tierra chilena y tomar las plazas realistas.

Milicia sanjuanina

Respecto a la composición de estas milicias el historiador Héctor Arias expresa que “el contingente se componía de tropas de línea y milicia, esta última en su totalidad sanjuanina, además un grupo de emigrados chilenos bajo la denominación de “Legión Chilena”, en total unos 500 hombres, sin contar 150 auxiliares que conducían los bastimentos y el parque”.

El historiador Héctor Arias expresa que “el contingente se componía de tropas de línea y milicia, esta última en su totalidad sanjuanina, además un grupo de emigrados chilenos bajo la denominación de “Legión Chilena”, en total unos 500 hombres, sin contar 150 auxiliares que conducían los bastimentos y el parque”.

Según los relatos de diversos investigadores locales y algunos datos aportados por la tradición oral, el derrotero de aquellos hombres fue la actual calle Mendoza, pasando por Concepción, hasta llegar a tierra chimbera a través de la calle Las Tapias-actual Salta.

Una vez que fue vadeado el río San Juan, las tropas tomaron su merecido descanso en “Las Tapiecitas” en tierra albardonera. Allí un monolito señala esta primera detención que sirvió para recuperar fuerzas y continuar descansados al amanecer siguiente. Posteriormente arribaron a sucesivos puntos, incluyendo Barrancas de la Jarilla en los campos de Matagusanos, Talacasto, las Minas de Hualilán, Agua del Yeso, hasta llegar a tierra iglesiana el 23 de enero.

Según la tradición, las tropas pernoctaron en la pintoresca localidad de Bella Vista. Días después, un tanto agobiados pero con el espíritu intacto, iniciaron el épico cruce de la gigantesca mole andina a través del Paso de Guana o Portezuelo.

Luego de algunas escaramuzas vino la gloria concluyente, con el triunfo de “Salala”, prolegómeno de la ocupación de Coquimbo, La Serena y Copiapó.

 

Por: Prof. Jorge Delgado
Magister en Historia