El rosado es el vino perfecto para acompañar casi cualquier momento del día. Es bebida de acompañamiento de un buen aperitivo, pero marida con cualquier plato. Desde un asado a un cazuela de arroz. Es un vino que en otros países, como Francia, se hace imprescindible en cualquier mesa y ocupa una tercera parte del vino que se consume en el país.

En los países productores más tradicionales el consumo es más estable porque las costumbres están muy arraigadas. Pero en la Argentina, por más que sea uno de los principales protagonistas de la escena vitivinícola mundial, las modas vínicas se hacen sentir, porque el consumo de vinos en general es más incipiente.

La cultura que reinaba hasta los 90 era de vinos comunes y solo alrededor de la mesa, ya sean damajuanas o botellas de litro con tapa a rosca, sin que la preocupación estuviera puesta en la calidad. Pero luego llegó la revolución y los vinos finos se multiplicaron, aunque los rosados fueron la excepción, en parte porque acarreaban con mala fama.

Los primeros nuevos rosados fueron hijos de la sangría, un método utilizado para lograr mayor concentración de los vinos tintos de alta gama. Consistía en separar un porcentaje, entre el 5 y el 20%, de los primeros jugos, para lograr una mayor extracción de los hollejos de las uvas durante la fermentación. El resultado no fue muy bien recibido por los consumidores, más sorprendidos por los tintos, blancos y espumosos, ya que se trataba de rosados de colores intensos, alta graduación alcohólica para la categoría (14/15), y hasta estructura tánica; todo lo opuesto a lo que debía ser un buen rosé.

Por suerte, bodegueros y enólogos se dieron cuenta y cambiaron justo a tiempo. Entendieron que todo buen vino nacía la viña, y eso incluía a los rosados.

Cómo son los vinos rosés de hoy

El vino rosado es quizás el único que no está obligado a alcanzar una calidad tan alta, ya que los íconos del mundo son simples, aunque muy bien logrados. Se trata de los vinos que se elaboran en La Provence, al sur de Francia. Vinos de aspectos pálidos, algunos rosados y otros más colores piel de cebolla, por sus reflejos anaranjados, pero todos tenues y brillantes.

De aromas fragantes y paso por boca tan vivaz como fugaz. Son vinos de consumo informal, para empezar la reunión, más consumidos como aperitivos, aunque obviamente pueden acompañar muy bien a pescados, frutos de mar y arroces en todo tipo de preparaciones. Y si bien es cierto que la tipicidad varietal no es tan protagonista, hay cepas que son más aptas ya que logran una mejor madurez en menor tiempo, logrando mantener más acidez natural que otras. Siendo esta la calve de la gracia y frescura de este tipo de vinos.

En la Argentina la uva más utilizada es la Malbec, por tratarse del cepaje emblema, pero hay otras variedades que se dan muy bien, como Pinot Noir y Cabernet Franc, y sus posibles combinaciones, entre otras más clásicas (Merlot y Cabernet Sauvignon) o más originales (Petit Verdot).

La región no es tan importante, ya que actualmente se pueden lograr vinos frescos y maduros, cosechando antes y con buen manejo de canopia, en todas las zonas vitivinícolas del país, desde el NOA hasta Patagonia, pasando por Cuyo. El perfil actual de los vinos rosados locales es frutal y expresivo, con buen volumen pero sin peso, de trago vivaz y vibrante, con la acidez natural bien presente. Algunos optan por dejar algo de azúcar residual para hacer más amable su final de boca.

Por qué los rosé son los vinos más trendies

Hoy los vinos rosados argentinos están de moda por muchas razones. En primer lugar, porque son fáciles de beber y de entender. Son vinos simples y directos, para nada complicados, y eso da confianza al consumidor.

Pero todo lo que está de moda primero entra por los ojos. Por eso los vinos rosados se convirtieron en los primeros vinos objeto. A diferencia de los tintos, que apostaron por diferentes tamaños de botellas clásicas, las bodegas se animaron a innovar con el diseño en sus flamantes rosados.

Pero fue todo parte de un proceso, ya que esto no se da en vinos de precio tan accesible, sino en los ejemplares más pretenciosos. Las botellas siempre son transparentes para que los colores se puedan lucir. Los diseños suelen ser arriesgados, rompiendo todo tipo de protocolos en cuánto a altura y líneas, asemejándose más a frascos grandes de perfumes que a botellas de vino. Por este motivo muchos optan por quedarse con ellas en casa y reutilizarlas para el agua o los jugos.

Pero el atrevimiento no termina ahí. Los tapones ya no son solo de corcho natural; menos sintéticos. Hay con tapa a rosca Stelvin (el sistema más sofisticado), en diversos diseños de stamping. Y últimamente aparecieron exclusivas botellas con tapones de vidrio Vinolok, que propone un cierre más elegante y creativo.

Las etiquetas y los nombres también rompieron las barreras de la tradición, con frases y diseños llamativos. Y aunque se puede ser más creativo, a partir de otros envases como bag in box, tetra brik y plásticos de diversos tamaños; ideales para pic-nic y campamentos; los rosés de hoy son los vinos más innovadores del mercado.

Está claro además que, para lograr ponerse de moda, los rosados llegaron mucho más allá del diseño. Hoy son muy buenos vinos que pueden competir de igual a igual con blancos, tintos y espumosos. Eso explica sus precios, que en algunos casos rondan los $1000.

Sin dudas son los vinos que hoy más llaman la atención, y en los que las bodegas están apostando para captar nuevos consumidores. Una categoría que estaba dormida, no por culpa de los que lo toman sino de los que lo producen. Y ahora, que los rosés están bien logrados, cada vez son más los consumidores que se animan a disfrutarlo como aperitivo, al inicio de las comidas. También se acomoda a diversos platos, pero se luce más con comidas casuales como picadas, sándwiches y ensaladas.

Fuente: areadelvino.com