Mazel Tov, expresión hebrea que significa “felicidades’ o “buena suerte’, es el título que eligió Adrián Suar para su segunda película como director. El film tuvo su avant premiere la noche del miércoles en la sala local de Multiplex e incluyó un saludo desde la pantalla del propio Suar, mientras que en Buenos Aires se realizó con una velada cargada de estrellas del espectáculo vernáculo, también antes del estreno para el público, que tendrá lugar esta noche, a nivel nacional.
En una línea muy tradicional que sostiene Suar tanto en su manera de plantear el conflicto como en su propuesta de rodearse de grandes figuras que le impriman su propio brillo, se trata de una historia que pone la lupa en una familia hebrea y, en especial, contiene una fuerte dosis autorreferencial. En medio de guiños cómicos, peleas familiares, nostalgias y tristezas que marcan el pulso del relato, podría decirse que esta película -que tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine Judío de Miami y ya se presentó en el Festival de Málaga- es “muy Suar’, más allá de que él la escribió -junto a Pablo Solarz-, la realizó, la produjo y la protagonizó. Sin ánimo de spoilear, si bien la trama gira en torno a cuatro hermanos y sus respectivos universos, quien sostiene toda la narración es su personaje, Darío Roitman, quien a punto de regresar a Buenos Aires para la boda de su hermana Daniela, que está por dar a luz (rol a cargo de Natalie Pérez) y también al bat mitzva de la hija de su hermano mayor Gabriel (que interpreta Fernán Mirás), se entera del fallecimiento de su padre. Todo esto implica un rotundo cambio de rumbo, porque ahora su vuelta es para brindar por la felicidad, pero al mismo tiempo, para despedirse del patriarca de la familia, luego de la muerte de su madre, que a Guido Roitman (Benjamín Rojas), otro de los hermanos, cuando era apenas un niño.
Otro de los propósitos que se le complica a Darío es restaurar los desgastados lazos que tiene con todos ellos. Y para limar asperezas, primero deberá enfrentarse a las realidades de cada uno, todas diferentes, con la pesada carga de los recuerdos.
En paralelo corre su relación con Valeria, su exesposa y madre de su hijo -un joven sociólogo-, de quien se divorció hace 10 años. Ese rol está en manos de Lorena Vega, que acá retoma la profesión de psicóloga que tiene en Envidiosa, la exitosa serie de Netflix producida por Suar, pero con otro nombre. ¿Casualidad o causalidad? Quizás hubiese sido una vuelta de rosca interesante que mantuviese el mismo nombre de la profesional que indaga en la vida del personaje de Griselda Siciliani.
En todo ese mundo que parece caerse a pedazos entre el dolor, el reparto de la herencia, los encuentros y desencuentros -y donde todo el tiempo está presente el presonaje de Suar, algo que por momentos puede llegar a ser tedioso- se van retratando las tradiciones hebreas como el Yom Kipur, cuya finalidad es conmemorar la expiación de los pecados. Sin embargo, precisamente es en esa celebración donde todo estalla entre Darío, sus hermanos, sus primos y la figura de su tío Salomón (que recrea con experiencia Rodolfo Ranni). Y la única posibilidad de salvación para todos ellos, es decidir sanar las heridas y seguir adelante. Una cinta para ver en familia.

