La aceptación por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de reunirse con el líder norcoreano, Kim Jong-un, en mayo próximo, así como el reciente acercamiento de las dos Corea, han levantado grandes expectativas en torno a la desnuclearización de la península coreana y la normalización de las relaciones de Pyongyang con el resto del mundo.


Poner fin a una historia de 70 años de insultos, amenazas de guerra nuclear y hostilidades por parte de la dinastía Kim y las réplicas de diferentes gobiernos occidentales, es todo un desafío. Ya se puede considerar un logro que ambos mandatarios acepten dialogar sin especulaciones políticas dejando atrás las insinuaciones de los últimos días.


Es que el magnate norteamericano considera a la cumbre como un éxito de su estrategia que unió sanciones económicas, amenazas militares y máxima presión diplomática para llevar a la mesa de negociaciones al líder norcoreano. También es un mensaje para China, principal aliado norcoreano, para frenar la escalada nuclear que amenaza la paz mundial.


Por su parte Kim podrá argumentar que su estrategia fue exitosa ya que él se sentará de igual a igual con el líder de la primera potencia del planeta y todo esto gracias a contar con un misil capaz de transportar ojivas nucleares al continente norteamericano. En realidad los aplausos preliminares a la cumbre se los lleva el papel de Seúl como mediador, para lograr este acercamiento clave.


Pero la agenda el cónclave se sigue nutriendo porque las Naciones Unidas desean mucho más del encuentro Trump-Kim. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU dice que este es el momento adecuado para que Corea del Norte muestre una apertura real a los mecanismos que tiene el organismo para supervisar la situación de los derechos humanos en todos los países.


El acercamiento no puede ser de una sola vía y centrado únicamente en la seguridad, ya que no puede haber paz y seguridad a largo plazo en un clima de impunidad y desdeño de los derechos humanos, ya que ambos aspectos deben complementarse y avanzar paralelamente, dice la ONU.


Hay mucho optimismo, pero Kim no está invitando a Trump para rendir sus armas sino para demostrar al mundo que su poderío militar obliga a EEUU a tratarlo como a un igual.