Hasta ahora no hay nada que supere al aislamiento social como prevención del coronavirus y en todo el mundo las autoridades manejan las diferentes fases del resguardo sanitario, con rigor o flexibilización, según sea el comportamiento social. Pero la mayor preocupación es por el comportamiento de las personas, propensas a violar protocolos y normas establecidas para evitar aglomeraciones y contactos directos.


Vale recordar que en los 250 días de cuarentena obligatoria en nuestro país, hasta principios de este mes, se registraron más de 3.000 fiestas clandestinas, según un relevamiento realizado por la Industria del Entretenimiento Argentino (Idear), localizando las transgresiones en la CABA y las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y la ciudad de Rosario. La cifra es oficial, pero estas reuniones son muchísimas más, si consideramos los propios eventos desbaratados en San Juan, y uno multitudinario de 1.800 personas este fin de semana en una localidad bonaerense, para citar dos hechos conocidos.


Esos encuentros furtivos, pero bien organizados, son protagonizados por los jóvenes en su gran mayoría pero esas transgresiones pueden generalizarse en todos los niveles en las festividades de fin de año con los acostumbrados festejos desde el ámbito laboral hasta los familiares. A esta curva ascendente de alto riesgo apunta la Organización Mundial de la Salud (OMS) al apelar a los gobiernos y ciudadanos de cara a las reuniones familiares en Navidad. Sostiene que la población tiene que analizar a qué personas va a visitar en estas fiestas y la decisión debe pasar por el respeto a uno mismo, a la comunidad, a la familia.


El organismo de las Naciones Unidas advierte sobre la necesidad de separar los aspectos científicos del resto de la actividad social y en este punto los gobiernos deben tomar decisiones según la situación epidemiológica del país y de la arquitectura sanitaria que tienen para detectar casos y aislarlos. De la misma forma debe actuar el comportamiento social para evitar contactos personales potencialmente peligrosos por los contagios.


En este contexto se llega a un problema que puede ser inmanejable si no median los controles y las exhortaciones para crear conciencia sobre los desbordes de fin de año, ahora potenciados por la emergencia sanitaria. Preocupa la clandestinidad, que incluso hubo el año pasado con boliches y lugares de fiesta abiertos. Ahora se trata de una cuestión de conciencia que nos compete a todos.