"El título es tanto mío como de mis papás", dice Christian Amarilla, que tiene 26 años y, después de terminar la carrera de Ingeniería Química, escribió una emotiva carta que se hizo viral en la que agradece el enorme esfuerzo que hicieron sus padres para que él pudiera estudiar.

Christian vivió toda su vida en Ingeniero White, una localidad al sur de Bahía Blanca, y estudió durante ocho años en la Universidad Nacional del Sur. Si bien hoy es licenciado, asegura que, antes de eso, tuvo que ser muchas otras cosas: "Soy la bolsa de pan con mermelada que me daban las porteras al terminar la escuela para que me lleve a mi casa, soy los 30 km en bicicleta que hacía mi viejo todos los días para ir a dos trabajos por migajas de pan", relata en la carta que publicó en sus redes sociales.

Hasta hace 15 días, la carta era solo de carácter privado. Christian sentía que tenía una historia que contar y, al escribirla, tenía dos objetivos: abrirse con sus amistades sobre su dura historia de vida y reconocer el esfuerzo de sus papás. "No buscaba que la gente me tuviera lástima, porque ya me había pasado que, en el secundario, mis compañeros me tenían pena porque muchas veces yo no había comido o por no salir a bailar porque no tenia plata", afirma. Pero, una vez que una amiga suya de la infancia vio la carta, le pidió por favor si podía compartirla con el resto del mundo.

Tal como cuenta en la publicación, no fue fácil para Christian llegar a la universidad: tanto él como sus cinco hermanos y sus papás, Cecilio y Marta, pasaron días de hambre, mucho trabajo y de dormir poco. Su mamá era desempleada y su papá trabajaba en un galpón y en un cementerio haciendo limpieza y seguridad, hasta que consiguió trabajo en una cooperativa. "Me esforcé mucho por que su lucha para que yo pudiera ser un hombre con oportunidades valga la pena", asegura Christian.

Christian con sus papás, Marta y Cecilio. Crédito: Christian Amarilla

En la carta, además de agradecer incontables veces a sus papás, Christian da las gracias a su club de barrio, por permitirle entrenar durante 11 años sin cobrarle la cuota y pagarle el transporte para poder ir a los partidos, a sus amigos de la escuela y la universidad, y a la Fundación Cecilia Grierson, que fue la que le otorgó la beca para poder estudiar, gracias a un programa de beneficio estudiantil que promueve la promoción de graduados en química.

"Para hoy ser licenciado, primero tuve que ser todas las otras cosas", cuenta Christian en su carta. Crédito: Christian Amarilla

Si bien no se siente quién para dar consejos ni ponerse en un lugar de "ejemplo de vida", Christian asegura que lo que lo llevó a llegar a donde está fue luchar por cambiar la realidad que le había tocado y pelear por el orgullo de su familia. "Si alguien está pasando por lo que yo pasé, le diría que busquen las oportunidades, porque están: si golpeamos un poquito más fuerte, las puertas se abren", concluye.