Pese a su apretada agenda de compromisos, el distinguido tallador en vidrio checo, Osvaldo Pontecorvo, arribó a San Juan en una visita sorpresa a la artista local Candelaria Tascheret en la inauguración de El jardín de la inocencia, la primera exposición individual que exhibe en el Centro Cultural Estación San Martín (España y Mitre) con piezas en vidrio soplado y otras técnicas. Como su mentor, él cumplió su anhelo de "acompañarla", en uno de sus grandes momentos profesionales. Ella no lo esperaba. Pero cuando abrió la puerta de su casa para ver quién golpeaba, comenzó a llorar de la emoción al verlo ahí parado, mientras su marido filmaba el encuentro.


"Fue todo pensando hace meses. Yo le decía que estaba imposibilitado de ir, lo que es verdad porque tengo mucho trabajo que entregar, pero para mí era una obligación venir y apoyarla. Nos tenemos un gran cariño y no quería fallarle. Es mucho más que una discípula, es una hija. Ahora quiero volver a San Juan", expresó a DIARIO DE CUYO el artista que recorrió la galería de su alumna tras colaborar para la muestra interviniendo en el acabado en frío de la mitad de las producciones.


Ambos se conocieron hace 3 años. "Primero fue vía telefónica. Me cayó tan bien que cuando ella fue a ver a un soplador amigo en Buenos Aires, quise conocerla. Yo ya había visto fotos de sus creaciones, conocía su trayectoria y quedé encantado. Tengo muchos alumnos y conocidos, lo que hace ella no lo hacen muchos, ella tiene un plus que es un estilo muy marcado. A lo de Candelaria lo reconocería entre cientos de piezas, es Candelaria en la obra. Creo que es la única mujer que hizo una obra del tamaño de Oda al agua. Al verla me admiré, superó mis expectativas", evocó Pontecorvo que quedó impactado al visitar en persona la megacreación en cristal de casi 7 metros de altura que exhibe el Complejo Ambiental Anchipurac de autoría de la también arquitecta y docente que profundiza en este arte desde hace 2 décadas.


Nacido en Lanús (Buenos Aires) en 1948, este emprendedor que se dedica además a la restauración de antigüedades, creció en Quilmes. Ahí, tuvo su primer contacto con el vidrio a los 12 años al visitar el taller de Francisco Babsky, un tallador de vidrio húngaro que inmigró al país.


"Yo digo que hay una mano arriba que dicta todo. Para mí la tarea de este hombre fue viajar a la Argentina a enseñarme porque no dejó otro discípulo, él vio en mí cualidades y me volcó todos sus conocimientos. Fue un poco accidentalmente porque después de terminar la escuela me puse a trabajar en una casa de artículos para el hogar y corralón, donde fue un amigo y me comentó sobre él. Entonces le comenté a mi papá y me dijo que le preguntara cuánto cobraba por enseñarme, cuando hice la demostración me dijo que me tomaba para trabajar 8 horas por día, él me entró a pagar a mí, no yo a él", recordó quien apenas con 5 años de edad efectuaba tallas en macetas, vidrios, jabones y cerámica. Y a partir de ese tiempo quedaron unidos de por vida. Para Osvaldo, Babsky pasó a ser su segundo padre. "Hasta el día de su muerte él insistió que le había mentido porque la capacidad que tenía con el vidrio era de alguien con 5 años en el oficio, no de alguien que recién empezaba", agregó acerca de su consejero, el artesano que a los 17 años puso su propio taller donde siguió formándose, investigando desde la construcción del horno para efectuar los propios, hasta la composición de la materia prima, el grabado y el tallado.

"Yo no creo en el ídolo. Yo dediqué mi vida a esto. Espero haber hecho lo mejor posible. Una vez, alguien me dijo: 'Vos vas a morir atrás de una piedra'". Osvaldo Pontecorvo

Como uno de los mayores exponentes latinoamericanos en el género, Pontecorvo se encargó de la restauración de las luminarias del Teatro Colón junto con el prestigioso orfebre Juan Carlos Pallarols, con quien también ha realizado otros importantes objetos para la realeza europea.


"En el Teatro me encargué de las luminarias de los balcones, cada una diferente a las demás, hubo que hacer moldes, hubo que soplar la pieza y conseguir la textura de las antiguas formas, fue complicado, demandó arriba de dos años. Mientras que Pallarolls trabajaba el bronce. Pero siempre digo que la importancia la da el trabajo no el volumen", mencionó Pontecorvo sobre uno de los productos más renombrados, entre los que se encuentra un grabado en bajorrelieve del rostro del papa Pablo VI para el Congreso Eucarístico de Colombia en los '60 y el rostro del exmandatario John F. Kennedy para la Embajada de Estados Unidos cuando todavía estaba en la presidencia.


En la actualidad, en el marco del año internacional del vidrio que se celebrará durante todo el 2022, fue invitado a dictar conferencias en Costa Rica y convocado para llevar a cabo muestras en el Museo del Ladrillo y la Catedral de la ciudad de La Plata y la Escuela del Vidrio de Berazategui, la denominada "capital del vidrio".


"Yo no creo en el ídolo. Yo dediqué mi vida a esto. Espero haber hecho lo mejor posible. Una vez, alguien me dijo: 'Vos vas a morir atrás de una piedra'. Me lo tomé a broma, pero me parece que acertó, trabajo igual o más que antes. El tallado de cristal es mi pasión, moldeando el vidrio en fuego a 900 grados de temperatura con una caña de 1.20 y hacerlo con 200 grados en el pecho", destacó el hacedor de 73 años de edad a quien el extenuante verano en San Juan no le hizo ni cosquillas, que apuntó que ya no quedan talladores de gran nivel en el país y que prefiere que le digan Osvaldo antes que Maestro. 


Dato

El jardín de la inocencia puede recorrerse lunes a viernes, de 8.30 a 13.30 hs y martes a sábado de 17.30 a 21.30 hs. Centro Cultural Estación San Martín. Gratis.