Cuando aún se siente el eco de los homenajes a Carlos Gardel -fallecido el 24 de junio de 1935- burbujea el recuerdo de otro artista muy vinculado a él: Agustín Argentino Cornejo, "El gaucho", "El Huarpe", "El sanjuanino" -como se lo supo llamar-, uno de los guitarreros, cantores y compositores que acompañaron al "Zorzal", especialmente en Estados Unidos, adonde Cornejo llegó mucho antes, le hizo "la gauchada" cuando se quedó sin músicos y participó en varias de sus películas, siendo incluso uno de los pocos que cantó en ellas, mérito devenido de su éxito y de la admiración que Gardel sentía por él. Menos conocida, aunque no menos meritoria es otra "perlita" en la carrera de Cornejo: junto a él debutó Astor Piazzolla.


Se conocieron en un cabaret de Nueva York, "El Gaucho", adonde Vicente -padre de Astor, amigo de Cornejo- lo llevaba a tocar el bandoneón; y la alianza se concretó en 1933, en el Teatro Roerich. Tal fue la repercusión que al año siguiente, Astor y Cornejo serían parte de "El día que me quieras", uno de los memorables films del "Morocho del abasto". Las crónicas hablan de "un niño prodigio", que salió a la luz junto a un peruano (algunos historiadores dicen que era otro sanjuanino, Miguel Cáceres, con quien Agustín hizo yunta) y a un argentino. Ese argentino era nada menos que Cornejo, "sanjuanino para más inri", le diría Gardel, marcando esas raíces de las que se enorgullecía: "Salud, muchachos", saluda Gardel en "El tango en Broadway", el segundo film que hizo con él. "Buenas tardes, Sr. Bazán", le contesta un grupo de artistas, entre los que estaba Cornejo. "¿Argentinos, no?", interroga Gardel. "¡Sanjuanino pura uva!" responde Agustín...
 

Nació el 28 de agosto de 1899 en La Legua, Santa Lucía; pero se mudaron a Valdivia, actual Desamparados. Empezó a los 11 años. Bien visto, tocaba en "bautismos, casamientos y elecciones" lo que aprendió "viendo a los demás", sobre todo en los populosos carnavales. Para 1919 ya triunfaba "con holgura" en lugares de moda de la ciudad como La Giralda y El Derby... y entonces el pago comenzó a quedar chico... Primero La Rioja, Córdoba -junto a su amigo Saúl "el Víbora" Salinas, que también tocó con Gardel- y para mediados de los años '20 ya estaba en Buenos Aires, donde las radios destacaban su "virtuosismo y digitación". Dúo con Miguel Cáceres, radios Splendid, Brussa, La Nación; exitosa gira con la compañía de Camila Quiroga por América... "Cantábamos de forma tal que los contratos llovían", rememoraba. Contrato con la Brunswick y desembarco en Estados Unidos, en 1929... Discos con Columbia, Victor y Melatone, shows en ciudades importantes, Gardel y Piazzolla y ese éxito del que ya se sabe. ¿Pero cuál era el lado B de Cornejo? Poca familia, terremoto del '44 y su propia muerte a los 66 años. Parecía que se había extinguido esta parte de su historia.


Pero una luz abre las nieblas del olvido. Cristina Kotz Cornejo es la nieta de Agustín, a quien no conoció, pero con quien la une un vínculo tan misterioso como fuerte. Lazo que hizo que se aventurara a redescubrirlo. Cornejo se casó en San Juan -en 1923 o 24- con Aurora Allende, sanjuanina de familia cordobesa. Aquí nació la primera de sus hijas, Aurora, en 1925. Y en 1926, en Buenos Aires, Sara. Siendo muy pequeñas es que él se fue de gira. Eran seis meses nomás, pero se convirtieron en 11 años. Su ausencia no pasó desapercibida. "A todos los santos ruego que me hagan este milagro" reza una carta donde Cornejo le manifestaba a su mujer sus deseos de verla. "Tu papito que por vos se muere" se despide en la misiva a la que este medio tuvo acceso a través del Museo del Anticuario (ver pág. 27). Pero...
 

"Poco se hablaba de él, porque estuvo ausente muchos años y había problema con eso. Mi abuela hablaba muy lindo de San Juan, pero de la familia no", cuenta Cristina, quien no sabe si queda parentela en la provincia y que -al igual que algunas entrevistas y documentos- ratifica la ascendencia huarpe de Cornejo, de la que tampoco se hablaba por entonces.


Aurora se hizo cargo de las niñas, que -genes al fin- formaron un exitoso dúo: "Las hermanas Cornejo". Cuando Cornejo regresó al país, sobre fines de los "'30, la reunión costó. La admiración al artista se mezclaba con el reproche al padre y esposo. "Vuelve a la familia, con hijas ya grandes para quienes era un extraño, mi tía tenía problemas con él dando órdenes", comenta. El apoyo artístico que Agustín -que siguió escribiendo música y registrando en Estados Unidos y en SADAIC- brindó al dúo no borró ese dolor. La situación familiar se hizo más difícil cuando Sara conoció en uno de los shows -que organizó la embajada norteamericana- a un militar que trabajaba allí, John Kotz (murió en 2013), con quien dos años después se casó en Michigan, donde nacieron sus hijos (Cristina, cineasta; y Andy, músico... un gran guitarrista, aunque nada que ver con el folclore y el tango). Aurora, que no formó familia, intentó una carrera solista, pero no era lo mismo. La ruptura del ascendente dúo -cantaron para Eva Perón, Walt Disney, Josephine Baker, Orson Wells, entre otros-, fue otra realidad que la hija mayor de Cornejo no pudo aceptar.
 

Cuando Agustín murió en 1965, sus restos fueron llevados al panteón de SADAIC. Allí permaneció hasta 2003, cuando sabiendo -por conversaciones familiares- de su deseo de tener descanso eterno en su San Juan, Cristina le propuso a su madre (la abuela Aurora había muerto en 1988) traer las cenizas. Trámites mediante, así lo hicieron en noviembre, y por consejo del arquitecto sanjuanino Elio Sánchez (fallecido), gran amigo de Aurora hija, fueron esparcidas a la vera del río San Juan, sobre el valle de Zonda. Fue una ceremonia íntima, fuerte, emotiva. Viviana Castro cantó algunos temas. Sara, que falleció en Estados Unidos en 2008- arrojó el primer puñado. Su hermana -que pasó sus últimos días en un geriátrico y murió en 2013- no quiso venir. La casa de San Justo que habitaron -y donde una Cristina adolescente se pasaba horas y horas en una piecita en el fondo que guardaba las cosas de su abuelo- se vendió mucho antes. Ella atesora algo de lo que quedaba, discos, fotos, pasaportes, afiches... Otro tanto está en el Museo del Anticuario, donado por la misma Sara antes de viajar. 
 

Así se cierra el telón para Agustín Argentino Cornejo, en este San Juan que lo marcó a fuego, que lo vio partir con hambre de gloria, del que nunca se fue del todo y que -con un fuerte viento y una tormenta de verano- bramó una vez que los restos de su hijo fueron depositados en su seno.
 

Fuentes: Cristina Kotz, Museo del Anticuario, Rodolfo Ferrer, Todotango.com, Argentinaestango.es, Voces del gramófono en el tango, Miguel Diel, SADAIC, El tango en Nueva York, Biblioteca Digital Río Tercero, Mateando, Biografía de Piazzolla, por su hija Diana).