K-pop. El grupo Misil se llevó los primeros aplausos. 



Una joven enfundada en un kimono se mueve lento entre la gente. Es Guadalupe, tiene 19 años, padece autismo y el perfume de Japón le permitió un nuevo despertar. 


Hasta la recepcionista del Museo de Bellas Artes Franklin Rawson estaba a tono. Grullas en origami y lámparas de papel colgaban del techo, junto a las tiras de papel con deseos, que la gente fue colocando como parte de la costumbre de Tanabata o Festival de las Estrellas, celebración japonesa que fue la excusa para acercar al museo sanjuanino algo de esa milenaria civilización.


Una marea heterogénea, con mayoría de adolescentes, fue rotando en los distintos puestos donde podrían tomar contacto con algo de cultura nipona como el arte del plegado del papel, la caligrafía, el idioma, o la ceremonia del té.

Shodo. Es el camino de la caligrafía japonesa, que Francisco Buceta mostró a los visitantes.

En contraste con las costumbres ancestrales, la cultura pop japonesa dijo presente. Pulularon las cabelleras de colores y algunos cosplayers (como se llaman a los que practican el cosplay, caracterizándose como algún personaje del universo animé, videojuegos o comics) se dieron cita con sus mejores trajes; como Lucia, que se calzó unas orejitas que se mueven según sus emociones. También hubo K-pop, actuaciones que fueron celebradas por seguidores y público en general. 


Sin dudas fue una tarde vertiginosa, llena de información y sensaciones.