Días después de que un hombre armado abriera fuego en un desfile del 4 de julio, Alberto Fuentes llegó a un sitio conmemorativo en el centro de la ciudad para las víctimas, haciéndose una pregunta que ahora acecha a muchas personas en este suburbio destrozado de Chicago: ¿Podrían los padres del sospechoso de 21 años haberlo evitado?
“El chico tenía problemas”, comentó Fuentes, de 40 años. “Yo también tengo hijos y, si veo algo así, es mi responsabilidad. Los padres tenían la responsabilidad de hacer algo”.
Millones de padres estadounidenses se preocupan ahora de que sus hijos sean víctimas de un tiroteo masivo. Pero una pesadilla diferente existe para el pequeño pero creciente grupo de padres cuyos hijos, casi siempre varones, aprietan el gatillo.
Algunos han pasado meses o años antes de los ataques preocupándose por la salud mental de sus hijos y buscando ayuda en vano. Pero la mayoría no alerta a las autoridades antes de un ataque, dicen los investigadores, y esos padres pueden enfrentarse al desprecio y a las acusaciones de que ignoraron las señales de advertencia o incluso permitieron los ataques al dejar que sus hijos consiguieran armas mortíferas.
Después, algunos padres cambian de nombre y abandonan la ciudad. Unos cuantos cuentan su historia para evitar futuros ataques. Otros intentan desaparecer con su silencio.
“Ya es bastante aterrador pensar que puedes ser víctima de un acto de violencia al azar”, señaló Andrew Solomon, un autor que entrevistó a los padres de los atacantes de la preparatoria Columbine de Colorado y la escuela primaria Sandy Hook de Connecticut. “Pero pensar que te pueden llamar la atención por no saber que tu hijo ha causado esto, también es un destino terrible”.
Los padres del hombre acusado en el tiroteo de Highland Park han sido objeto de escrutinio tras el ataque que mató a siete personas y dejó muchas más heridas. Los agentes de la policía publicaron registros que detallan que el padre patrocinó a su hijo para que obtuviera una licencia de armas de fuego en 2019 a pesar de los incidentes en los que se dice que su hijo intentó suicidarse con un machete y atrajo a la policía a su casa porque, según dijeron los agentes, amenazó con “matar a todos.” El padre ha dicho que no hizo nada malo y que estaba conmocionado por lo ocurrido.
A medida que un mayor número de los tiroteos masivos más mortíferos del país son llevados a cabo por asesinos adolescentes y veinteañeros, los fiscales e investigadores se concentran en los padres para desentrañar cómo se radicalizan sus hijos, qué intervenciones podrían haberlos detenido y si los padres que hacen caso omiso de las advertencias obvias o proporcionan armas a sus hijos deben ser considerados penalmente responsables. Según datos del Violence Project, más de 50 personas menores de 25 años han matado al menos a cuatro personas en un entorno público desde 1966. Esos datos excluyen a los asesinatos en masa que se atribuyen a actividades de bandas, robos u otros delitos subyacentes.
A veces se acusa a los padres de negligencia u homicidio después de que un niño se dispara o dispara a otra persona de manera accidental o con un arma mal guardada. Es mucho más raro que los padres sean acusados después de que sus hijos lleven a cabo un tiroteo.
Sin embargo, un puñado de casos recientes sugiere que eso puede estar cambiando, mientras las fuerzas del orden buscan nuevas formas de combatir el aumento de los tiroteos masivos.
“Es un territorio virgen en cuanto a la responsabilidad de los padres por el comportamiento de sus hijos”, afirmó Frank Kaminski, jefe de policía de Park Ridge, Illinois, otro suburbio de Chicago. Y añadió: “Estoy a favor de responsabilizar a todos por las armas”.
Cuando un joven de 15 años en Míchigan fue acusado de masacrar a cuatro compañeros de clase el año pasado, sus padres fueron acusados de homicidio involuntario; se declararon inocentes. Y después de que un hombre de 29 años se lanzara a matar en un Waffle House en Nashville, Tennessee, en 2018, el padre del hombre, residente en Illinois, fue acusado en ese estado de proporcionar ilegalmente el arma utilizada en el restaurante.

