Hace casi ocho años dirigió el equipo médico que logró separar y conservar con vida a unas siamesas guatemaltecas unidas por el cráneo. Pero ese es sólo el caso más publicitado del médico argentino Jorge Lazareff, quien le ha cambiado la vida a más de 3.900 niños alrededor del mundo.
Lazareff, director de neurocirugía pediátrica del Centro Médico de la Universidad de California (UCLA), nació en Buenos Aires hace 57 años y vivió toda su infancia y adolescencia en diferentes pueblos de la provincia de Salta, donde su padre, un doctor ruso que emigró a Argentina después de la Segunda Guerra mundial, se desempeñaba como médico rural.
"Mi padre tenía un gran sentido de la responsabilidad social. Yo crecí en ese ambiente colmado de ganas de hacer el bien a los demás", dijo Lazareff en una entrevista con la agencia de noticias Efe. Cuando terminó su educación secundaria en 1969 soñaba con dedicarse a la metafísica, pero al no existir una carrera universitaria centrada en esa materia decidió ser médico. En 1977, el especialista obtuvo su diploma de médico en la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde realizó también su especialización en neurocirugía pediátrica en 1983. Desde ese tiempo hasta el presente Lazareff ha viajado por diferentes países del mundo ejerciendo su especialidad.
Más del 90 por ciento de los niños con tumores cerebrales que ha operado han sobrevivido y un buen número de sus pacientes asisten con éxito a la universidad. Lazareff afirma que ve en cada niño con problemas neurológicos su reto de cada día, realiza un promedio de 230 operaciones al año y sigue con detenimiento el progreso de cada uno de sus pacientes.
A fines de abril pasado, viajó a Guatemala para asistir a la primera comunión de las gemelas María Teresa y María de Jesús Quiej Álvarez, las siamesas a quienes operó en agosto del año 2002, cuando tenían un año de edad.
"Ahora tienen 9 años estas niñas que nacieron pegadas por el cráneo y compartiendo vasos sanguíneos, lo que hacia bastante exigente su separación, gracias al trabajo en conjunto de un excelente equipo de profesionales logramos brindarles mejores oportunidades de vida", relató Lazareff.
Su consultorio está lleno de innumerables fotografías de menores originarios de países como Chile, Guatemala, Panamá, Francia, Irak, China y Rumania, entre muchos otros a donde ha viajado como voluntario. En Ciudad del Cabo (Sudáfrica) vivió durante dos años trabajando como entrenador en neurocirugía pediátrica y en México llegó a ocupar la jefatura del servicio de neurocirugía en el Hospital Infantil de la capital, donde vivió 5 años.
"Existen condiciones que no son fatales, pero si estigmatizantes y que se pueden resolver como las del niño que no puede caminar bien, pero que podría hacerlo si se opera a tiempo, o los que no tienen control de la vejiga pero podrían tenerlo si se atienden oportunamente, o el que llega a un coeficiente intelectual menor de 100 que pudo haber sido mayor con una operación a tiempo", agregó Lazareff, que cuenta por miles los casos de ese tipo que ha atendido a lo largo de 33 años.
"La gente comenta que le he cambiado la vida a muchos niños, pero ha sido un trabajo mutuo porque ellos me han cambiado a mi también. Entre muchas otras cosas, me han enseñado a ser más optimista", concluyó