Su personalidad de siempre buscar un adversario o dividir entre ‘amigos o rivales‘, la forjó en su infancia en su amado Don Torcuato, donde ayer puso el punto final a su carrera por ESPN, y donde conoció las carencias económicas, pero no tanto afectivas. ‘Riquelme cuando estaba en la pensión de Argentinos, guardaba la comida en una bolsa para llevarsela a sus hermanos que no tenían‘, contó alguna vez Gerardo Salorio, preparador físico suyo en las Selección argentina juvenil. Con la Albiceleste, cuentan, vivió una de sus mayores decepciones cuando su mentor, José Pekerman, lo sacó en los Cuartos de final del único Mundial que disputó con la Mayor, Alemania 2006. Idolatró a Diego Maradona como la mayoría, pero se peleó con él como pocos, y pese a que ayer lo ponderó como ‘el mejor de la historia‘, no dudó en confrontar en el Cabildo abierto que fue la Bombonera tras su renuncia a la Selección. El veredicto alimentó su ego como nunca: la gente ovacionó al diez de Boca y silbó, por primera vez, al Pelusa. Amigo de sus amigos y enemigo número uno de sus rivales, generó en el vestuario de la Bombonera su fortaleza. Ahí creció la distante relación con el máximo goleador del club, Martín Palermo. En la Selección, el nulo feeling con Lionel Messi le cerró la puerta para una vuelta. Ni hablar de su festejo de gol clásico, el Topo Gigio, en un dardo sin anestesia para Maurcio Macri.