Luchador. Ariel Camargo simboliza lo que es Chaparro dentro y fuera de la cancha. A pesar de su accidente, nunca se entregó. Preside el club y les muestra el camino a todos. Defensores nació entre las chacras y hoy es un club errante que busca volver a sus raíces y reinstalarse en el deporte de Santa Lucía.

Hay historias que se cuentan solas... Historias que se convierten en un carrusel de sensaciones, pasando por la admiración hasta llegar al aprendizaje obligado, al replanteo incluso de la actitud ante la vida. Historias como las del modestísimo club Defensores Del Chaparro, el equipo enclavado y nacido en el Santa Lucía rural, en el límite sur con Rawson. Una historia que solamente puede regalar la Copa de Campeones, que en cada capítulo ofrece vivencias que ratifican una y mil veces más que el fútbol, todo lo puede. Defensores Del Chaparro nació el 9 de octubre de 1930, dándole forma de club al amor por la pelota de los chacareros de esa zona. Nació con otro nombre pero rápidamente, los "chaparrinos" decidieron bautizarlo como Defensores Del Chaparro, su lugar en el mundo. Fueron muchos años del más profundo amateurismo hasta que se afiliaron a la Liga de Santa Lucía. Empezaron perdiendo y mucho porque se quedaron sin cancha por esa folclórica costumbre de nunca formalizar la posesión del predio y así, de un día para otro, se convirtieron en un club errante. Pero nada los podía frenar y hoy, su presidente Ariel Camargo se ha convertido sin querer y por una desgracia, en el alma más auténtica que mueve a Chaparro. Es que el joven presidente, fanático del club desde niño, hace 4 años que perdió la movilidad de sus piernas por un terrible accidente automovilístico y se volvió a poner de pie en su vida. No se entregó jamás y hoy encarna lo que Defensores es. Porque el club no tiene cancha, no tiene sede, está en trámite su Personería Jurídica y pese a todo esto está en semifinales de la Copa. Y este domingo se cruzará con el poderoso San Martín de Rodeo.

Ariel Camargo dice que se cansó de llorar cuando eliminaron a Sarmiento. Es que en su segunda participación en la Copa, Chaparro se metía entre los cuatro mejores de 32 protagonistas. Pero además, se le cruzaron todas las adversidades que debieron superar: desde alquilar la cancha de López Peláez, ser solamente 6 en la comisión, no poder cobrar cuota societaria y ni siquiera poder entrenar. Las pasaron todas, pero nunca aflojaron como el propio Ariel que pese a no poder caminar, sigue trabajando en su taller metalúrgico: "Esto es amor por el club. Llegamos muy lejos en esta Copa y a uno lo emociona repasar lo que nos costó. Lucio González nos apoya para poder afrontar los viajes, del municipio no recibimos nada y eso duele. El plantel se armó con chicos del club, más refuerzos que vinieron de 9 de Julio y otros del futsal. Entrenábamos en la avenida Circunvalación y Acceso Este pero como no nos fue bien en esos dos primeros partidos, los chicos decidieron dejar de entrenar. Y empezamos a ganar... Así que hoy nos juntamos una hora antes de cada partido y así llegamos hasta acá. Felices y sabiendo que por más inconvenientes que se nos pongan, nunca renunciamos a soñar".

La vida de Ariel cambió en un agosto de 2015. Iba en su moto y en Ruta 20 un remís se cruzó de carril y lo dejó postrado para siempre. Fue un sacudón que asimiló con tiempo hasta que volvió a su amado Defensores y se convirtió en presidente. Si el con su silla de ruedas podía, el resto tenía que seguirlo. Así, sin querer y buscando la otra mirada a una desgracia, Ariel se hizo bandera para un equipo al que le falta todo pero le sobra pasión.


"Mi tiempo es para que los demás vean que nada es imposible y que soñar no cuesta nada"

ARIEL CAMARGO - Presidente de Chaparro