Pin y 10. Raúl es un vendedor ambulante de souvenirs, y sintió en el dolor por la muerte de
Maradona que desde el cielo podía ayudarlo para “juntar el mango”. A contra reloj, armó un
centenar de pines para vender.
Madrugador. José Luis llegó desde Palomar a la Plaza de Mayo a las 7 de la mañana. Se
vino solo y no anduvo con vueltas, instaló su puesto de choripanes en medio de la plaza. “El
Diego fue lo más grande”, repetía.
Portugal puede esperar. Gustavo es de Lisboa y quedó varado en el país por la pandemia.
En dos semanas tiene el pasaje de vuelta y no se quiso perder este acontecimiento histórico
que lo encontró justo aquí.
Contigo Perú. Piero es un limeño que vive hace 20 años en el país y siente a Maradona cómo
un héroe sudamericano. Por eso, este seguidor del Universitario de su país vino a darle el
último adiós.
Rivales unidos. El Diego todo lo hace posible y si no que lo digan Ezequiel, hincha de Boca,
y su amigo de River, Emilio, que aseguró: “En lo único que coincidimos en el fútbol es en Maradona”.
Del corazón africano. Antonhy y Acosia son oriundos de Ghana y viven de la venta ambulante
desde hace unos años en Buenos Aires. Él asegura que en su país aman a Maradona por
sobre cualquier otro futbolista.
Conmovedor. Vidas trágicas, accidentadas, pero unidas en la angustia popular. Jesús es rosarino
y de Newell’s, Francisco, hincha de Quilmes; ambos pidieron ser traídos desde el Conurbano
para la despedida.
Una pinturita. Hernán Soto es hincha de San Lorenzo y artista plástico callejero. Quiso despedirse
del ídolo yendo a pintar un cuadro de Maradona, Don Diego y Doña Tota en la misma
Plaza de Mayo, para “inspirarse”.