La victoria en el Giro de Italia, lograda anteayer por el británico Chris Froome lo posiciona deportivamente en el Olimpo de los siete ganadores de las tres grandes vueltas. Hoy por hoy puede decir que igualó al belga Eddy Merckx, los franceses Jaques Anquetil y Bernard Hinault, los italiano Felice Gimondi y Vincenzo Nibali y el español Alberto Contador. Pero mañana… Cuando se conozca el fallo sobre su positivo por salbutamol en la pasada edición de la Vuelta a España, algo que se supone debe ocurrir antes que se largue la próxima edición de la "Grand Boucle’ (el 7 de julio); puede dar un salto mortal sin red al pozo de los tramposos.

Le faltaba el Giro de Italia y lo ganó imponiéndose de manera magistral y apabullante en las dos etapas más duras. Coronó el Zoncolan con Simon Yates pegado a su rueda. En la etapa 14 demostró que estaba en forma pero que no tenía la superioridad sobre sus rivales de otras carreras. Algo que logró el viernes pasado cuando con un ataque de 80 kilómetros, no solo ganó la etapa 19, sino que quedó en la cima de la general con 3 minutos de ventaja sobre su más inmediato perseguidor (el ganador del año pasado, Tom Dumolin) y abriendo una brecha de 38 minutos y medio con el anterior malla líder, su compatriota Yates.

A pesar de sus cuatro Tour de Francia (2013, 15, 16 y 17); una Vuelta a España (2017) y un Tour (2018), joyas de su palmares, Froome no entra en el corazón del aficionado porque sus victorias, apoyadas en la ciencia de los vatios y el riguroso control de sus pulsaciones y pedaleadas; por aplastantes, no transmiten la emoción de los ataques de Contador y Nairo Quintana, por ejemplo.

Si antes de correr la carrera italiana, solo su victoria en la Vuelta a España corría peligro, terminado el Giro, son dos las victorias en duda. Y el Tour no quiere que la última semana de julio, si se produce un quinto triunfo de Froome vuelva de nuevo a hablarse y escribirse más de un caso de supuesto dopaje no resuelto que de las gestas deportivas del británico. Para evitarlo, está estudiando aplicarle el artículo 28.1 de su reglamento, por el que el organizador se arroga el derecho de rechazar la participación de un equipo o de algunos de sus miembros cuya presencia pueda dañar la imagen o la reputación de la carrera.