Hambre de gloria. Se llama Gaspar Casimiro y si bien nació en Catamarca se formó como atleta en Valle Fértil y hoy estará compitiendo en 1.500 metros llanos. Quiere vivir del deporte y no se cansará de luchar para conseguirlo.

Su historia de vida está marcada por el sacrificio. Casi desde que nació, Gaspar Casimiro aprendió a superar cada obstáculo que se le presentó. El pibe, a sus 18 años, está representando a San Juan en los Juegos Binacionales y su mayor anhelo en su última participación en esta competencia es uno solo: ganar la medalla que le permita seguir alimentando su ilusión de triunfar en el deporte que lo apasiona.

El chico se crió en la pobreza. Nació en el pueblo denominado "Laguna Blanca", ubicado entre los departamentos de Belén y Antofagasta, a 450 kilómetros de la capital catamarqueña. En ese pequeño pueblo de poco más de un centenar de personas, el chico por la lejanía sólo podía ir a la escuela dos veces por semana para "aprender lo básico". No tiene problemas para contar que de chico tuvo que caminar 10 kilómetros cuando tenía hambre para llegar a casa de sus abuelos. La vida lo volvió a golpear cuando sus papás se separaron y él eligió irse con su mamá y sus tres hermanos a residir en La Rioja. Fue allí que alguien le notó "pinta" de atleta; entonces lo recomendó con Darío Núñez, el entrenador de atletismo que trabajó por ejemplo con la olímpica Viviana Chávez.

Motivado por el entrenador, trasladó su vida a Astica para incursionar en el mundo del atletismo, un deporte que "ni él sabía que existía", reconoció. El pueblo vallisto lo abrazó y el pibe se formó. Comenzó a ganar en cuanta competencia se presentaba, siempre representando a San Juan, y se ganó la chance de participar en los Binacionales del 2017 en Córdoba. En esa provincia, Nuñez tiene su centro de entrenamiento de atletas y llevó a Gaspar para entrenarlo profesionalmente. "Aprendí mucho, me entrené de la forma más profesional y aprendí muchas técnicas, pero me vine porque no me acostumbré nunca; extrañaba a mi familia y sufría porque ellos se la rebuscan todos los días para poder vivir y yo no podía ayudar", se sinceró.

La emoción le brota y se le llenan los ojos de lagrimas cuando nombra a su madre, María Soledad Salgado. "Ella llora cada vez que yo gano porque tuve una enfermedad en los huesos cuando nací y recién caminé a los cuatro años, mi madre se emociona cuando recuerda eso", comentó y ahí no más, por ella, se reaviva su ilusión de triunfar: "Yo quiero vivir de esto porque me apasioné; pero mi madre por ahí me reta porque ve que me la paso entrenando de lunes a lunes y ella dice que no voy a vivir toda la vida del deporte. Yo creo que sí. Algunas veces corro en la calle para sobrevivir y no pasar hambre, algún día espero poder conseguir una marca que me apoye para poder estar en el atletismo nacional y por qué no, internacional".

Ese sueño de triunfar y llegar a un Juego Olímpico o a un Mundial, es el motor que mantiene a Gaspar en las pistas. Este año fue doble campeón argentino en Concordia, consagrándose en 5.000 y 10.000 metros pero después por falta de presupuesto no pudo asistir a otras competencias de carácter nacional. "No pierdo la esperanza de que alguna marca me vea y me ayude a cumplir mi sueño de seguir en este deporte. Sé que por todo este sacrificio algún día voy a tener recompensa", dijo.

Hoy, el pibe irá buscando su medalla para San Juan en los 1.500 metros. Será el primer paso para su gran sueño.