El plan era cambiar el cemento, los ruidos y los trajines de la ciudad, por el aire, el verde del campo y el relax de encargarse de las plantas y otras tareas domésticas. Pero la idea marchó por un lado y la realidad contrastó, duramente, por otro.

Desde que empezaron a construir, al menos tres veces les robaron materiales. Y en los casi dos años que llevan habitando esa vivienda en una zona de fincas, padecieron otros tres saqueos. Sin embargo lo peor lo sufrieron, en persona, el miércoles sobre las diez de la noche.

Tres delincuentes, todos armados, rompieron la tela perimetral del fondo y esperaron que el abogado y su señora lleguen a casa, que uno de sus tres hijos desactivara la alarma y abriera dos puertas (incluida la de rejas, con tres cerraduras) y se metieron con ellos adentro. La pesadilla de un ladrón que encañonaba a todos mientras sus cómplices revolvían todo, duró casi una hora, dijeron.

Después de ese momento de terror que muy lejos está del sueño de ser feliz en una zona rural (Benavidez casi Oratorio, Santa Lucía) el dueño de casa, un abogado que pidió reserva de su nombre, decidió terminar con el tormento de tener que avisar por Whatsapp a sus vecinos cuando se va, cuando llega y, sistemáticamente, encerrarse bajo llave cuando llega la noche. Y se va.

‘Cuando te das cuenta de que me podían haber matado a un hijo o a cualquiera de nosotros... eso es irrecuperable. No me importa lo que se llevaron, me importa que mis hijos estén sanos y bien, y por eso ya decidimos con mi señora que nos vamos de acá, así no se puede vivir’, dijo ayer el letrado, molesto.

Los ladrones se tomaron todo ese tiempo para revolver toda la casa y al final huyeron con dos televisores de 40 pulgadas, una notebook, una Play Station, unos 10.000 pesos, algunas joyas, tres celulares y bolsos con ropa.

Renglón aparte hubo para la Policía. El propio damnificado y sus vecinos volvieron a criticar a los uniformados, porque -dijeron- tardaron como 20 minutos en aparecer luego de insistentes llamados.

Esos mismos vecinos, alrededor de 10 familias, atravesaron también por las mismas expectativas de tranquilidad que el letrado, y temen convertirse en cualquier momento en blanco de los ladrones en su propia casa.

La anécdota más indignante que tienen en su haber, es la de aquel día en fueron a quejarse ante el secretario de Seguridad, Gustavo Fariña, y en ese mismo momento a uno de ellos le robaban en su casa.