El jubilado Juan José Pelayes (70) fue condenado a 15 años de cárcel, luego de que, en un juicio abreviado (como anticipó este diario), admitiera que en la madrugada del 10 de abril de 2020, había intentado darle muerte a su novia, Patricia Garramuño (50), de una manera muy perversa: se montó sobre la mujer cuando dormía, le clavó una navaja en el hombro derecho, dejó esa arma a un costado para agarrarla a trompadas y después tomó otra vez la navaja para cortarle el cuello y luego clavársela y revolvérsela en la zona de la yugular mientras le decía: 'Te voy a abrir y te voy a vaciar, porque a mí una mujer no me jode nunca más'.

El castigo que recibió Pelayes le fue impuesto por el juez Maximiliano Blejman (Sala II, Cámara Penal), que así adhirió al acuerdo entre el fiscal Daniel Galvani y el imputado con su defensor, Faustino Gélvez. En ese pacto de proceso abreviado, Pelayes también admitió que tenía ilegalmente un arma de guerra, una pistola 9 mm.

Maximiliano Blejman, juez.

El jubilado había ido a parar a la casa de Garramuño, en Rivadavia, sin consultárselo, en marzo de 2020. Fue después de que un juez ordenara su exclusión del hogar de su esposa (estaban separados de hecho), tras una denuncia de ella por violencia doméstica (le provocó una fractura en un brazo), por coaccionarla y por haberle extraído todos sus ahorros de la cuenta bancaria que tenía, sin darle más explicación que "lo había donado a Cáritas". La mujer supo que no tenía ni un peso de lo que había ahorrado por años, cuando fue al banco a sacar dinero para ayudar a su hija.

Daniel Galvani, fiscal.

Cuando Pelayes se mudó a la casa de Garramuño, se impuso con órdenes, con denigraciones, constantes celos, con la exigencia de que sólo estuviera pendiente de él o con impertinentes y desubicados comentarios sobre la vida sexual de ambos, en las raras ocasiones en que accedía a participar con ella de reuniones familiares. O con otros actos francamente amenazantes, como el hecho de limpiar todas las noches una pistola 9mm., que escondía bajo la almohada.

Faustino Gélvez, defensor.

El día del ataque casi letal, incluso simuló e intentó instalar la versión de que sólo se había defendido porque ella lo agredió primero (se provocó cortes en una mano y el cuello) y se puso a fumar como si nada en la cama, mientras la hija mayor de la víctima la tapaba con una sábana (estaba desnuda) y trataba de ayudarla, porque estaba empapada en sangre.

Aquella fue una escena desesperante, porque la mujer se arrastró desnuda fuera de su dormitorio hasta que pudo verla su hija menor (una nena), quien corrió a pedirle ayuda a su hermana mayor. Que el auxilio médico llegara pronto, fue clave para que esa madrugada no muriera.