Un problema con los niños de dos familias vecinas. Algo normal, un asunto que no merecía mayor atención. Al menos eso entendió uno de los padres involucrados Horacio Tenorio (38 años, durante 9 años chofer en casa de Gobierno) en la siesta del pasado 12 de febrero, cuando interrumpió la reunión con su compadre Manuel Castro, salió afuera y entró a sus chicos a su casa del barrio Franklin Rawson, luego de cruzar algunas palabras con el padre de los otros niños. Ese hombre, Roberto Cornejo, era alguien a quien Tenorio conocía desde niño y era prácticamente de la familia (un hermano de Tenorio está casado con una hermana de Cornejo). Tanto, que hasta intercambiaban la misión de cuidarse la casa cuando el otro salía. Pero aquella tarde hubo un violento quiebre en esa relación: "Esperame, en media hora vuelvo", le dijo Cornejo tras el altercado. Parecía una frase más, hasta que volvió y a centímetros de la ventana, lanzó: "tomá hijo de mil p...", y enseguida se escucharon cuatro disparos, incluidos tres que perforaron la cortina. Uno de ellos sería letal: se coló por la espalda en el costado izquierdo de Tenorio y le salió por la cintura en el lado opuesto. Dos horas y media después murió en el Hospital Rawson.

Hoy se cumple un mes de ese ataque que pudo ser mucho más grave porque en la casa estaban los hijos de Tenorio, y porque Cornejo (alias "El Porteño" o "El Llorón") apuntó y gatilló a la esposa de Tenorio, Marcela López, mientras prometía muerte a "todos", relató ayer la mujer, que entre lágrimas pidió justicia.

"Este hombre destruyó mi familia, mi marido no merecía terminar así. Al menos si hubiera tenidos huevos se hubiera enfrentado de frente y con las manos limpias y no por la espalda con un arma como lo hizo. Es un maricón, no pensó ni le importó que en la casa hubiera niños ni nada... si hasta a mí me gatilló varias veces y gracias a Dios que no salieron más balas. Todavía no me explico por qué hizo algo así", aseguró la mujer, entre lágrimas.

Y agregó: "Quiero que lo encuentren para que esto no quede así, no se lo puede tragar la tierra. Quiero que el gobernador haga algo porque esto no estaría así si le hubiera pasado a él. Mi marido tenía una profunda admiración por Gioja si hasta en la parte derecha del pecho se tatuó su cara y su nombre porque lo tenía en un pedestal", reclamó la mujer.