Quizá haya dos verdades que nadie se atrevería a discutir a esta altura de los tiempos: una, la vida es absurda; dos, lo único seguro es la muerte. Reafirmando la primera de las verdades y desafiando la segunda, Mario Salassa, quien es especialista en neurología cerebro-vascular y que ha dedicado años enteros de su vida al servicio de emergencia en guardias de más de un hospital provincial, se convirtió en "el" salvador de siete personas que resultaron gravemente heridas tras la tragedia en Horcones, entre ellas, los tres niños sanjuaninos que fueron derivados al Notti.

Por esas causalidades del devenir y sin imaginar que terminaría trabajando de médico rescatista aquella madrugada, Salassa conducía al mando de su vehículo con destino a Las Cuevas, en donde se hospedaría junto a su esposa y sus dos hijas, con el objetivo de llegar a ver la carrera pedestre del Aconcagua en la que iba a participar un primo suyo. "Soy deportista, la idea era ir a ver a mi primo, a quien estoy acompañando en esto. La intención era dormir en Las Cuevas con mi familia", contó. 

Minutos antes de llegar a la curva de El Yeso, en donde se registró la que se recordará como la peor tragedia vial de la historia de Mendoza, su mujer le había advertido que bajara la velocidad. "Veníamos en un promedio de 100 kilómetros por hora.... pero al llegar a la zona de alta montaña... reducimos la velocidad a unos 80 kilómetros por hora. El dato es importante porque, fue en ese momento, cuando nos empezaron a pasar los ómnibus y no uno solo, sino muchos. Todos venían entre 120 y 140 kilómetros por hora", recordó Salassa quien, sin saberlo, había sido sobrepasado por el ómnibus de Turbus que, minutos después, protagonizaría el fatal incidente. "En realidad yo trato de seguir la onda, de ir a la misma velocidad que los demás, y mi señora me reta... diciéndome no vayas tan rápido", se corrigió, remarcando la excesiva velocidad a la que transitaban los colectivos. 

"En eso, hacemos la curva de El Yeso y ahí nos encontramos con una polvareda tremenda, luces en posición extraña, balizas por todos lados, porque ya había otros vehículos parados, e intuitivamente nos detuvimos y alumbramos, mi familia se quedó en vehículo y yo me bajé de inmediato". "La pericia individual mía... fue muy loca", introdujo Salassa la odisea que viviría esa madrugada del sábado 18 de febrero.

-¿Cómo fue que pudo rescatar a estas siete personas, incluidos los tres niños?

-La pericia individual mía fue muy loca porque cuando me bajo de mi auto... un paciente me venía pidiendo auxilio pero como lo vi que venía gritando 'me muero, me muero, ayúdenme', y a partir de mi experiencia, me di cuenta que el hombre no estaba mal, así que lo ignoré y le dije 'usted, está bien, quédese ahí'. Luego, y después de hacer un paneo 'a vuelo de pájaro', me dirigí al foco principal del accidente, al micro. La prioridad era sacar la gente del micro porque no sabía si podía prenderse fuego o seguir cayendo por el precipicio. En eso, me crucé con el chofer (quien hoy está detenido). Estaba bien, sólo se le veía la corbata corrida y un rasguño en la cara. Al ingresar al colectivo, me impresionó ver que los asientos estaban absolutamente sanos. Dato no menor porque si los pasajeros hubieran llevado los cinturones de seguridad puestos se habrían salvado. Encontré los restos de ocho cuerpos. Todos hacia la izquierda, hechos un nudo. Algunos con un resto de vida pero sin posibilidad. Mi objetivo era sacar a la gente que estaba bien. Un rescatista le tiene que dar prioridad a la gente que se encuentra mejor y no al más grave, porque de este modo puede salvar más vidas. 

-¿Cuántas personas logró sacar del micro?

-Saqué a dos. Un hombre, al que luego le tuvieron que amputar el brazo; y una mujer, que no se quería ir del micro porque estaba tratando de reanimar a un pariente. A esa mujer le dije que su pariente había muerto y cuando pudo reaccionar, la bajé del micro. Luego, al salir del micro y luego de terminar de hacer un paneo general, me encontré en la cola del colectivo la escena de un padre, un hombre obeso de unos 40 años, prácticamente desnudo, con un short, rodeado de tres niños, que no tenía ninguna posibilidad de seguir con vida. Por su parte, los niños estaban ensangrentados, llorando y sentaditos. Ahí, se me acabaron las preguntas y entendí que los pacientes más salvables y rescatables eran ellos. Así que los fui llevando de a uno a mi auto. En eso, apareció el padre de uno de los niños. 

En medio de la fatalidad, Salassa rememoró uno de los episodios más "absurdos" de esa noche... 

-Cuando vuelvo al auto, me encuentro al paciente que me había dicho en un principio que se moría. Estaba sentado en el lugar de mi señora y, entonces, procedí a retirarlo a la fuerza a pesar de que me suplicaba que no lo deje morirse. Fue una situación casi absurda... yo bajándolo a los improperios y él pidiéndome que no lo dejara morir. Pero, de nuevo, tenía que poner el foco en los salvables. Entonces, la senté a mi señora y le puse al primer niño en la falda.

-A todo esto, ¿su familia seguía en el auto?

-Sí. Mi señora no tiene ninguna experiencia en esto, salvo lo que ha vivido a través mío. Ella es arquitecta, por lo cual quedó muy shockeada con todo. Cuando regresé a buscar a los otros niños, me encontré con uno solo porque el otro se lo había llevado el papá. 

-¿Se dirigió, entonces, con los dos niños al Hospital de Uspallata?

-Salí con la idea de ir a Uspallata pero en el camino uno de los niños lloraba a los gritos, lo que fue un signo de que estaba bien; mientras que el otro no lloraba por lo que detuve la marcha y advertí que estaba inconsciente, lo cual le daba una situación de extrema gravedad a la situación, no daba tiempo de llegar a ningún lado. En eso, recordé que la Compañía de Cazadores, que está a escasos metros de la zona donde ocurrió el siniestro, podía contar con un equipo de asistencia básico. Así que entré con los dos niños y me siguieron el papá con el otro niño, una mujer y más tarde llegó el que decía que se moría, quien tenía una fractura expuesta y también pudimos atenderlo al final de todos. En total, atendimos a unas siete personas, las que habría muerto si no hubieran recibido esa atención. 

-¿Se puede hablar de accidente o se está frente a un incidente? ¿Hubo responsabilidades?

-Hay una responsabilidad compartida. En primer lugar, la responsabilidad del siniestro es del chofer. Ahí hubo negligencia e imprudencia. No existen los accidentes, son siniestros. Este siniestro tiene un responsable, el chofer, quien es absolutamente responsable. Pero, la responsabilidad de las muertes es compartida completamente porque, primero, no es responsabilidad del chofer observar que los pasajeros tengan el cinturón puesto. Esto, más bien, es responsabilidad de los pasajeros. Pero, también, hay negligencia por parte del Estado que, desde hace 50 años a esta parte, no ha invertido en un centro de atención de trauma en alta montaña en un corredor en donde circulan un millón de personas por año. Como tampoco ha hecho hincapié en concientizar a la población de la importancia del uso del cinturón de seguridad. Se trata de una cadena de responsabilidad exponencial y creciente, por supuesto no tiene la misma responsabilidad el dirigente de hace 20 años al que está ahora. 

-Más de un agente sanitario justificó que no se usara el helicóptero de la Policía para trasladar a heridos por las malas condiciones meteorológicas...

 -Bueno... se dice que el operativo salió bien... hay que decir que no, no salió bien. En el traslado murieron entre cuatro y cinco personas cuando había un helicóptero ahí... a mil metros del siniestro. Se trata del helicóptero de rescate del Aconcagua, que incluso ha participado de rescates masivos como el de los aludes. Ocurre que, por un problema al momento de hacer la licitación, no tiene las condiciones para vuelo nocturno. Es ahí en donde digo que hay negligencia del gobierno actual y de los que lo antecedieron. 

-¿Es decir que, más allá de las condiciones meteorológicas, pudo usarse un helicóptero?

-El viento fue la excusa que les permitió justificar la negligencia. En realidad los helicópteros no pudieron usarse porque no tienen el radar, el sistema de vuelo nocturno. Y eso porque cuando se hace la licitación, a la empresa privada no se le pone la cláusula de que tiene que estar habilitado para vuelo nocturno.

-¿Usted quiere decir que con un centro de atención de trauma en alta montaña se habría podido salvar más vidas aún?

-Por supuesto. El hospital de Uspallata es un centro de salud grande; es decir, no tiene cirugías ni urgencias, no puede dar la primera atención... Los sistemas de Salud se deben organizar en función de la necesidad... Entonces, si usted tiene un corredor en donde hay un millón de personas expuestas que circulan en forma permanente debe tener un centro de atención de trauma de alta montaña. Aquí, hay un gran abandono, una gran falencia y negligencia. No se necesita un gran centro pero sí se justifica un centro de trauma básico que debería ubicarse en Puente del Inca. Y lo que tiene que haber es un médico cirujano de guardia, con un pequeño quirófano. 

-¿Qué significa para usted haber podido salvar a estas personas?

-Para un médico que se ha preparado tantos años, ha hecho tantas especializaciones, horas de estudio y sacrificio, ver que todo ese sacrificio tiene un rédito obviamente es importante. Sin embargo, he hecho muchas guardias y hay una cosa que no me siento y es héroe porque un héroe es alguien que sin tener conocimiento, formación y experiencia hace un acto heroico. En este caso, no he hecho otra cosa que lo que hice durante muchos años en una guardia de un hospital. Es más, todos los médicos que están en cualquier guardia hacen esto todos los días. El médico se abstrae de su familia, olvida sus deudas, ambiciones y proyectos. Cuando está de guardia las 24 horas, solo está pensando en la gente que lo necesita y dedicado a eso. Nuestra principal paga no es monetaria; la principal satisfacción que tiene un médico es saber que le ha cambiado el destino a muchas personas indefensas y mientras más suceda eso, más satisfacción siente.

Mario Salassa es médico neurólogo, tiene una vasta experiencia en Emergencias. Ha trabajado en guardias de distintos hospitales, incluidos el Central. Tiene una especialización en Neurología Cerebro Vascular y trabaja específicamente en la emergencia del accidente cerebro vascular. Participó de la creación del Servicio Médico de Plaza Aconcagua en alta montaña y trabajó como médico rescatista en Plaza Argentina. Salvó la vida de siete personas, incluidas tres niños, tras el incidente ocurrido en la madrugada del último sábado, 18 de febrero, cuando un colectivo de la empresa Turbus que se dirigía a Chile, volcó en la ruta nacional 7, en la curva de El Yeso y, como consecuencia, murieron 19 personas y más de 20 resultaron heridas.

Fuente: MDZ