Llanto, depresión, vergüenza, bajo rendimiento escolar, al punto de repetir un grado. Todos esos síntomas detectó a lo largo de 12 entrevistas una psicóloga en la adolescente y los atribuyó claramente a la terrible situación que atravesó durante cinco años, entre los 9 y los 14: los abusos a los que la sometía su propio padre.

Para esa profesional y también para una psicóloga que la abordó en Cámara Gesell, la niña no mintió cuando dijo que su papá comenzó a manosearla cuando tenía 9 años y ya con 11 o 12, empezó a violarla amenazándola, incluso con un cuchillo o con matar a su mamá o sus hermanos y dándole anticonceptivos para que no quedara embarazada.

Según la menor, esos abusos ocurrían día por medio y eran posibles porque su papá decía que le daba somníferos a su madre y sus hermanos para que no hicieran nada en caso de que gritara, como ella hizo varias veces sin ser auxiliada.

Ese relato, el informe de los psicólogos y el del médico sobre las lesiones en la chica y otras pruebas, fueron fundamentales para que ayer el fiscal José Eduardo Mallea pidiera 18 años de cárcel para ese minero, de 36 años (no identificado para preservar a la menor) por los graves ultrajes sexuales contra su hija, en Calingasta.

Y también por las amenazas y las lesiones cometidas contra ella y su mamá el día que se las topó en la calle, y las agredió luego de enterarse que lo habían denunciado.
La denuncia se concretó el 20 de diciembre de 2013. Esa vez la pareja estaba separada a causa de una conflictiva convivencia, pero el minero insistió en volver y por eso la mujer le preguntó a sus hijos. Ahí, la mayor de las niñas estalló en lágrimas y le dijo a su mamá que no, porque la violaba.

En su alegato, el fiscal destacó el informe de un psiquiatra sobre la personalidad ‘psicópata narcisista’ del imputado, caracterizada básicamente por su frialdad afectiva, dijeron fuentes judiciales.
El argumento de fiscalía fue compartido por el juez Maximiliano Blejman (Sala III, Cámara Penal) que ayer condenó a 17 años de cárcel al acusado.

Así, desechó el pedido de absolución del defensor Darío Amaya, quien se apoyó en los dichos de su cliente de que lo denunció su mujer porque le era infiel y quería sacarlo de la casa. El letrado también atacó el relato de la niña, los informes de los psicólogos y el resto de la prueba. Ahora, puede reclamar ante la Corte.