Sonia Pereira y su familia cenaban a eso de las diez de la noche del jueves, cuando un sobrino que vive al lado llegó a la carrera a decirles que había fuego en los galpones del fondo, donde el padre de la mujer, el jubilado Ricardo Pereira (70) tiene una carpintería. Enseguida todo fue desesperación, porque cuando se pusieron en marcha y quisieron atacar las llamas con una manguera, la fuerte temperatura les impidió el avance. Y en el acto también las llamas, con unas enormes lenguas que amenazaban con llegar a esa casa de la calle Juárez Celman, un kilómetro al Oeste de Hipólito Yrigoyen, en la Colonia Rosales, Rawson. Nada pudieron hacer para salvar las máquinas, los materiales y la estructura de la carpintería. Y los bomberos de Rawson con sus pares del cuartel central y los voluntarios de ese departamento, se encargaron de controlar que las llamas terminaran de destruir por completo un depósito repleto de cosas y se extendieran a la vivienda.

Ayer no se descartaba ninguna hipótesis, pero las víctimas suponían que un resto de fuego arrastrado por el viento, pudo ser la causa del gran siniestro.

Hace 13 años que Ricardo se las arregla para proveer a empresas y particulares con esa carpintería (trabaja con otra persona) construida en el predio de su yerno Miguel Gómez. "En las máquinas nomás he perdido como 8 millones, pero todo lo que se perdió deben ser como 15 millones", dijo ayer el jubilado, antes de pasar a enumerar los aparatos destruidos: 2 garlopas, 2 tupí, 2 barrenos, 2 cepilladoras, 1 sierra sinfín, 1 escuadradora y 1 lijadora. Todo eso estaba distribuido en dos galpones de 13 por 7 y 11 por 5, que también terminaron destrozados por el fuego.

Lo grave fue que las llamas se colaron hasta el depósito contiguo al primer gran galpón y allí causaron más desastre, pues ardió un tractor, bicicletas, dos lavarropas, una heladera, los muebles terminados que Ricardo tenía para entregar, materiales de construcción y varias cosas más. En ese lugar, el dueño de casa, Gómez, se quemó una mano pero pudo salvar su moto.

"Las lenguas de fuego eran enormes y teníamos mucho miedo de que llegaran a la casa… fue un desastre lo que pasó", se lamentó Sonia.

"Me quedé sin la carpintería y ahora el tiempo dirá qué voy a hacer, pero quieto no me voy a quedar", concluyó el jubilado.