Víctimas. "Nos llevaron lo poco que teníamos", dijo Yolanda Pinto, postrada en una silla.

Tres garrafas: una que estaba conectada a la cocina, otra a una estufa y la última de repuesto por si acaso. Dos televisores. Dos ventiladores de pie. Un reloj pulsera. Vinos, licores, huevos, salchichas, picadillo, atún, fiambre y otras cosas que había en la heladera. Y, lo más insólito, una dentadura postiza. Eso se llevaron tres sujetos que tras violentar una puerta del fondo entraron encapuchados a la casa de Emilio Antonio Pinto (93) y su hermana Yolanda Gabriela (91), ambos jubilados, ubicada en la calle Coronel Cabot, en Caucete.

Eran las 4 del último viernes cuando el ladrido de los perros interrumpió el sueño de Emilio. "Me levanté en calzoncillo y camiseta para ver por qué toreaban tanto y apenas llegué a la puerta vi a un tipo que iba cruzando a la pieza donde duerme mi hermana", relató el hombre. Yolanda en cambio no sintió nada y siguió durmiendo, aunque de todas formas ni siquiera se podría haber enderezado por sus medios, pues está postrada por un ACV y por su diabetes avanzada.

Los ladrones les vaciaron la heladera, que ayer con mucho esfuerzo tuvieron que volver a llenar. También gastaron dinero reforzando las puertas.


Un grito de Emilio hizo que el sujeto pegara la vuelta hacia donde estaba él. "Se me vino y con una mano que tapaba con la manga de la campera hacía como que tenía una punta, un cuchillo. Y me decía que quería plata, toda la plata", recordó. El jubilado en un principio temió y no le quedó otra que mirar cómo ese sujeto y otros dos que vio después revolvían todo el hogar, incluso hasta la heladera. "Yo estaba al lado del tipo mientras me tiraba todos los cajones, pero no podía hacer nada", dijo. Hasta que en un momento se animó y lo enfrentó. "Me daba la impresión que no tenía nada en la mano, por eso lo cacé del brazo y ahí parece que se asustó y les dijo a los otros que dispararan", afirmó.

Para ese entonces los delincuentes ya tenían cargadas las pocas cosas de valor de las víctimas. Incluso les habían vaciado la heladera y de la mesa de luz de Emilio habían sacado su dentadura postiza. "Lo que más nos duele son los televisores, con eso nos entreteníamos", señaló con voz baja una apesadumbrada Yolanda, quien se enteró del ataque cuando su hermano la fue a despertar, una vez que había pasado todo. "Nos llevaron lo poco que teníamos. Fue un momento feo, pero yo no les temo a los ladrones. Si hubiese tenido un arma los liquido", cerró Emilio.