"La verdad, no votaría por Ibarra", afirmó seguro el post graduado universitario, en diálogo con un colega suyo que lo interpelaba sobre el próximo 28 de junio. La afirmación no tendría suficiente merecimiento como para abrir estas líneas, excepto por el remate que siguió: "es que, después de lo de Cromañón, no creo que haya podido recuperarse".

En una rueda de amigos, la anécdota desencadenó risas y alguna que otra mueca de desaprobación, debido al notorio grado de desinformación que exhibió una de las personas más calificadas de la sociedad ¿Cuántos profesionales pueden ostentar hoy un doctorado? Sin embargo, la preparación en un campo del conocimiento en particular -probado está- no garantiza que esa persona pueda distinguir entre el candidato a diputado nacional Mauricio Ibarra y el ex jefe de gobierno porteño Aníbal, de apellido idéntico.

El segundo caso testigo lo trajeron las señoras de Conciencia, que la semana pasada estuvieron en Rodeo, hablando con los jóvenes que tienen 18 años recién cumplidos y piensan debutar en las urnas el próximo 28. Algunos dijeron que se votaba por gobernador.

Mientras, sigue la avanzada callejera de pintadas, afiches y caminatas. Candidatos que se desplazan por las veredas distribuyendo panfletos y votos, captando la atención de aquellas personas que, posiblemente, ya contaban entre sus simpatizantes.

Un operador político dijo días atrás, en una charla íntima, que las movilizaciones partidarias en tiempo de campaña están más orientadas a mantener a la "tropa" activa y contenta que a seducir nuevos electores. El sentido común parece darle la razón.

Cambió la historia. Terminaron los primeros años ’80 en que los militantes arrebataban los espacios públicos a las trompadas con los contrincantes, hasta que aparecía la policía y comenzaba la estampida para salvarse del calabozo. "Y está bien que eso haya cambiado", confirmó el operador político. Y, acto seguido se preguntó hasta cuándo durará el folclore de campaña. Y con qué sentido seguiría mucho más tiempo adelante.

Por lo pronto, queda claro que la campaña no llega como debiera.