El techo está demasiado bajo y el piso, cubierto de ladrillones. Hay flores pintadas en la pared de madera y un pizarrón blanco en el extremo de la habitación que tiene unos pocos metros cuadrados. Justo en el centro, hay una mesa larga cubierta de cuadernos y libros que pertenecen a media docena de niños que no pasan los 10 años de edad. Un par de carteles y un armario lleno de juegos escolares, son la única señal de que en ese lugar funciona un aula. Además del piso, las puertas y el techo que se mantienen casi igual que hace más de 120, en esa pieza no queda ni un solo rastro de su más famoso morador. Ni el catre de hierro donde Sarmiento cerró sus ojos por última vez mientas la falta de oxígeno le apagaba el corazón, ni el sillón donde se sentó a leer ese libro que nunca terminó. Nada queda que recuerde que allí murió Sarmiento. Hoy, entre esas cuatro paredes desgastadas por tanta humedad, funciona uno de los cursos de una escuela.

El establecimiento pertenece a la Embajada Argentina y funciona desde 1985 en el predio que bautizaron como Solar Sarmiento. Es una escuela pequeña, que tiene 120 alumnos y se caracteriza por tener una enseñanza laica y con una profunda filosofía de integración. Tanto así que es uno de los pocos establecimientos de Paraguay donde integran chicos discapacitados. Dentro del mismo Solar se encuentra la Biblioteca Nacional de Paraguay. Pero existe la posibilidad de trasladar la escuela para que el sitio, sobre todo la habitación, sea puesto en valor.

El Solar Sarmiento está en una de las zonas más tradicionales de Asunción. Hay que atravesar un paredón blanco y unas rejas azules para llegar hasta la precaria construcción de madera y chapa, donde funciona el colegio al que asisten niños argentinos y paraguayos. Desde la calle es imposible darse cuenta que el sitio tiene algún tipo de valor histórico. Sólo hay una placa casi imperceptible y tapada por la rama de los árboles que recuerda que allí pasó sus últimos días el prócer. Para llegar a la que era su habitación hay que atravesar un arenero y varios juegos infantiles. Justo al final de la galería, al costado de una muralla blanca cubierta por algunas placas de bronce que colocan cada 11 de septiembre, se encuentra la pieza. En la pared de la entrada se encuentra un frase de Sarmiento que dice: "Haced de toda la nación una escuela", arriba de un busto con su figura, todo descascarado. La pared está pegada al hotel Gran Paraguay.

Cuando Sarmiento escogió este lugar para vivir junto a su hija, sólo pensó en las bondades de un clima que pudiera ayudarle a respirar mejor. Pero nunca imaginó que el sitio, más de un siglo después de su muerte, iba a convertirse en una escuela que sintetizara todo lo que pregonó durante su vida. Al ver hoy este lugar, a más de 1.500 kilómetros de donde nació, se puede decir que su misión se cumplió.

Allí, donde los chicos aprenden a separar en sílabas, Sarmiento dejó hasta el último aliento por generar cambios. Aceptado y odiado con la misma intensidad eligió morir fuera de su país, en el que no vivió demasiados años. Murió en esa pieza prestada y humilde, cargado de dolor por las ausencias, el desapego y por vivir luchando y escapando. Once días después de su muerte, el diario La Prensa publicó: "En el fondo de su mirada, sin embargo, había un destello de tristeza, pues él mejor que ninguno presentía su cercano fin".

El predio donde se encuentra el Solar abarca casi media manzana y pertenece a la Embajada Argentina, porque el Gobierno paraguayo se lo cedió. A su vez, Argentina le prestó un trozo de este terreno a Paraguay para que instalara la Biblioteca Nacional, que fue propiciada también por Sarmiento. Pero ahora lo que buscan es que esta biblioteca se traslade a otro edificio, que la escuela se instale donde está la biblioteca y dejar la vieja estructura, donde se encuentra la habitación de Sarmiento, como sitio destinado a un museo.