Vivían a su manera. Como podían. Cerradas para el vínculo social y con achaques de salud propios para su edad. Así, en la más profunda soledad y abandono, la encontró la muerte a una de ellas: Antonia Riveros. Ayer, desde el Ministerio de Desarrollo Humano ya asistían a su hermana Clemira y estudiaban trasladar a la mujer al exhogar estatal de ancianos, aún si hubiera que judicializar la situación.

El caso que conmocionó a los vecinos del callejón Los Mandarinos en Pocito, reflejó la soledad en la que vivían esas hermanas. Así fue como las encontraron el domingo último: la mayor, Antonia, de 90 años, fallecida; y Clemira, de 89, desmayada en otro sector de la casona con un fuerte grado de deshidratación. Ayer, Clemira se recuperaba en el Hospital Marcial Quiroga preguntando insistentemente por su hermana, pues los médicos todavía no consideraban oportuno informarle sobre la muerte de la mayor. En tanto que su sobrina Marisa Pastén completaba los trámites para el sepelio de Antonia.

Ahora, ¿qué pasará cuando Clemira se recupere? Desde la Dirección de Políticas del Adulto Mayor, dependiente de Desarrollo Humano, ya trabajaban en el caso y consideraban trasladarla al hogar "Eva Duarte".

Desde esa Dirección ya venían interviniendo en el caso hace unos 3 años, contó Mabel Morales, titular del área: "Ya quisimos trasladarlas a un hogar del Estado pero aquella vez se negaron. Si bien tratamos de brindarles soluciones era muy difícil poder ingresar. Mucho tiene que ver con lo cultural, vivían con otras tradiciones y ellas decían sentirse bien así. Quizás ahora que está sola, la historia sea distinta y ella podrá acceder a nuestro pedido", comentó.

Pastén (56 años), la única sobrina que las visitaba, ayer contó que estaba dispuesta a dejar su vida en Chimbas y trasladarse junto a su marido, un empleado de una fábrica para asistir a su tía, aunque en las últimas horas apareció un sobrino directo (Pastén es hija de una prima de las ancianas) y sería él quien pasará a decidir sobre el futuro de Clemira cuando le den el alta: "Este hombre es grande y ya dijo que él no se hará cargo de mi tía por lo tanto ella pasará a un hogar estatal", comentó la mujer que más de una vez llevó un calefón eléctrico para bañarlas en un fuentón, porque tampoco tenían el baño en condiciones.

Es que las mujeres vivían de una forma particular, cada una cobraba su jubilación, eran activas pero se las arreglaban como podían. En uno de los relevamientos les llevaron una garrafa, pero las ancianas se negaban a usarla y seguían cocinando con carbón. Ahora será su sobrino quien decida sobre el futuro de Clemira, pero es casi un hecho que pasará al hogar estatal.

Solas, desconfiadas y reacias a que las ayuden

 

Si bien solían recibir la visita de su sobrina Marisa Pastén, las hermanas Riveros confiaban en muy pocos vecinos. En el callejón Los Mandarinos las casas están distantes, unas de otras, pero ellas siempre recurrían a los que tienen enfrente: Alfonso Widmer y Mercedes Lucero. Eran ellos quienes las llevaban a cobrar, las asistían y hasta fue el hombre quien les construyó el baño hace unos 15 años: "Yo les dije que el baño tenía que estar adentro, para que cuando hiciera frío y ellas estuvieran enfermas no tuvieran que salir, pero no me hicieron caso, era muy difícil hacerlas cambiar de opinión", comentó Alfonso mientras su mujer cuidaba de Clemira en el hospital. Las mujeres eran reacias a recibir ayuda de alguien. "Si hubiesen dejado que las ayudáramos, no hubiesen llegado a esto", comentó Sandra Agüero, quien vive a unos metros y dijo que más de una vez se ofreció para hacerles limpieza o lavarles la ropa a mano, pero "eran muy desconfiadas, no dejaban a nadie entrar a su casa". Dicen que en las últimas elecciones las vieron caminando por calle San Miguel y les mandaron una combi del Estado a llevarlas, pero ellas se negaron.