Bien temprano, unos mates, para arrancar... 
Vestimenta adecuada, camisa aguantadora, pantalón de trabajo, gorra, sombrero, algunas boinas también según la región geográfica, pañuelo al cuello, alpargatas o botas, también hoy zapatillas, jeans, chalecos y muchas modernidades. Cuaderno, chequera en la gaveta, repelente, cortaplumas, cinta métrica, lupa, siempre encima o cerca, en la camioneta. Esta última, la podemos denominar la "oficina del agricultor". Todo sirve, caja de herramientas, compresor, palas, anchadas para el riego, bolsas de fertilizantes, bidones varios, tacho de gasoil...


Una verdadera radiografía del quehacer diario. Sin horario de finalización de la jornada, por supuesto, más en tiempos de cosecha, siembra o trasplante.


Hoy, esto con el acompañamiento de celulares de alta tecnología, hasta drones, programas modernos de clima, asimismo de siembras de manejo de riego, de fertilizaciones, mapeo, GPS y otras yerbas. Pero siempre el mismo fin: producir.


No varía mucho si es horti, viti, fruti u olivicultor, todo es similar, poner el pecho, arrancar y a darle para adelante. Contra las tormentas, contra las medidas, contra lo que sea... 


Para aclarar, desde 1944, y cada 8 de septiembre se celebra el Día del Agricultor en la República Argentina, esto en reconocimiento de la fundación de la primera colonia agrícola del país, que tuvo lugar en 1856.


De acuerdo con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la localidad santafesina de Esperanza se convirtió en la primera colonia agrícola de la historia del país en 1856 de la mano de 1.162 personas "de origen suizo que tomaron la parcela de 33 hectáreas que se les había asignado y trabajaron arduamente para alcanzar su sustento".


¡SALUD, AGRICULTORES! Va nuestro saludo, en letras.