Vivieron en el 1800. Y aunque nacieron en pueblos muy distintos, la vida y las circunstancias los fueron llevando por caminos que en algunos puntos tienen muchas coincidencias. Uno es libanés, el otro ucraniano. Uno nació en el marco de una familia maronita, otro de una familia judía. Ambos volcaron al papel historias de personajes cercanos, develando sus costumbres pero también sus pesares. Justamente estos dos autores que, cada uno a su modo, le escribió a su pueblo, dejaron huellas que renacerán en dos plazas en Rivadavia, apenas separadas por una calle, la Islas Malvinas, en el barrio Jardines del Oeste. La iniciativa, además de pretender dar ciertas formalidades a la zona, ha llegado para convertirse en un símbolo de paz de la mano de Khalil Gibrán y de Sholem Aleijem, portadores de los saberes de sus culturas árabes y judías. Sus nombres serán homenajeados en estos espacios verdes.
La iniciativa comenzó a tomar forma en el 2021 y se resolvió relativamente rápido cuando se publicó tal decisión en la ordenanza 3146. Ahora trascendió y recobra importancia porque los gestores de la idea ya comenzaron a delinear como aspiran que sean las plazas.
Claro que para llegar a concretarlo hubo una inquietud y un nexo o un puente como a ella le gusta llamarse. Agustina Bellino, como parte del vecindario del nuevo barrio Jardines del Oeste, en las inmediaciones de Avenida Ignacio de la Roza y Calívar, en Rivadavia, sentía que al lugar le faltaban esos elementos básicos necesarios para tener forma de complejo habitacional. Conversando con algunos vecinos del lugar se ocupó del tema.
El espacio es nuevo, de hecho es el último barrio surgido en la comuna sur de Rivadavia. Las casas más antiguas se levantaron hace 4 años aproximadamente. Y no son muchas, aún queda mucho terreno sin habitar, sin construir. Hay algunos consocios de departamentos y algunas viviendas particulares. No hay unión vecinal. No es un barrio cerrado, ni del Instituto Provincial de la Vivienda.
"A varios vecinos nos preocupaba el hecho de que uno hacía un pedido de algo tan básico como comida y no sabía como explicar la dirección entonces el delivery traía el paquete y empezaba a tocar bocina para que salga el cliente a su encuentro o a preguntar casa por casa porque las calles no estaban identificadas ni las casas con sus numeraciones. Lo mismo le pasaba a quien quería pagar una boleta. Ni siquiera la recibía en su vivienda porque no había modo. Entonces nos propusimos empezar por el principio y pedir los nombre de las calles. Con ayuda de las personas encargadas de la comuna y de la oficina de Georeferenciación esto se solucionó. Pero a su vez se abrió una nueva apuesta: había que definir los nombres de los espacios verdes "’, cuentan los vecinos y detallan que las arterias del lugar adoptaron como nombre la proyección de las calles de los barrios colindantes Del Bono Green, MOB II, Villa Seminario y Barrio Fortabat. Entonces recibieron denominaciones que incluyen desde el General Juan Balcarce, el escribano Abel Domingo Di Prospero, Dr José Olmos, Pablo Antonio Ramella, Alberto Orlando Olmedo, Dr. Enrique Kalejman, Antonino Aberastain, Hugo César de León hasta Paraná, Paso de los Andes, Boulogne Sur Mer, Malvinas Argentinas.
Ahora tenían en sus manos un nuevo planteo y una responsabilidad: elegir algún nombre que no sea ofensivo ni chocante y que por otro lado, genere empatía. "¿Cómo elegíamos los nombres de las plazas? Empezamos a pensar que las plazas son para el disfrute de grandes y chicos y de inmediato surgió la eterna pregunta de dónde venimos. Ahí surgió la posibilidad de las colectividades, especialmente porque en San Juan, a diferencia de Mendoza, las comunidades no tienen sus plazas. En cambio allá está la Plaza España, Italia, Chile, como homenaje a los inmigrantes”, cuenta Agustina que sin perder tiempo elevó un pedido de sugerencia de los integrantes de la Unión Cultural Argentino-Libanesa y a la Sociedad Israelita. Y hubo una linda coincidencia: las dos colectividades eligieron escritores que han marcado su bagaje cultural para nombrar a las plazas.

Por supuesto, que en el municipio aplaudieron que los espacios verdes se llamen por Gibrán y Aleijem.
Ahora los propulsores de la idea sueñan con poder poner aunque sea un cedro del Líbano en una plaza y otros árboles similares que identifiquen a cada escritor. Por qué no estatuas para que sus figuras trasciendan e inclusive llevar al cemento o con formato de placas algunos párrafos de sus textos más conocidos para que justamente sus obras literarias sean parte de las plazas, entre otra ideas que andan rondando sus cabezas.
Desde ya que tanto los miembros de las colectividades como las autoridades municipales se comprometieron a contribuir con las mejoras y al embellecimiento de cada espacio para que no queden como una plaza más.
"Me encantaría crear dentro del barrio distintos focos culturales y que por ejemplo, las colectividades pudiesen hacer en nuestras plazas ferias gastronómicas, exposiciones y muestras de sus danzas y objetos para contarle a la gente quiénes son, cuáles son sus orígenes, sus costumbres. De algún modo, estar cerca de la gente, experimentar la cultura y derribar prejuicios que hay hacia el distinto. Y que todo lo que somos salgan de los edificios, de los clubes y asociaciones. Porque muchos tenemos un abuelo, un bisabuelo, un antepasado inmigrante”,
Mientras tanto el barrio ya va tomando forma. Aunque la pavimentación aún no es posible, ya consiguieron un contenedor de residuos y la plantación de árboles en el boulevard de la calle principal.

Verde esperanza
Como no hay dos sin tres, hay un espacio verde más el mismo barrio, a tan solo dos o tres cuadras de las dos plazas ubicadas sobre la calle Malvinas Argentinas. Esta llevará por nombre Joaquín Sorolla Bastida, un homenaje de la comunidad valenciana residente en San Juan, a este pintor impresionista que ha dejado huellas con sus múltiples obras y que incluso tiene su propio museo en la casa donde vivió en Madrid (NDR: se convirtió en espacio de muestra en 1932).
Sorolla Bastida fue un artista plástico nacido en Valencia en 1863 que supo bocetar con sus pinceles escenas de la vida cotidiana pero también volcar imágenes de denuncia social. Fue tan prolífero que dejó más de 2200 obras catalogadas. Su obra madura ha sido etiquetada como impresionista, postimpresionista y luminista.
Para Valencia, no es un artista más pese a su reconocimiento internacional en toda Europa y Norteamérica, sino que fue nombrado a principios del 1900, hijo predilecto y meritorio, e inclusive le dio nombre a una calle. En 1920, mientras pintaba en el jardín de su residencia, el retrato de una mujer, sufrió una hemiplejía que mermó sus facultades físicas, impidiéndole seguir pintando. Murió tres años después.
Sholem Aleijem, mucho mas que un nombre

Cuando nació en la ciudad de Pereisaslav, un poblado cercano a Kiev en Ucrania, en la época del Imperio Ruso, sus padres lo llamaron Salomón Yaakov Ben Najum Rabinovich. Eso fue en marzo de 1859. Pero al cabo de un tiempo y con sus primeros pasos como escritor, él se autodenominó Sholem Aleijem. Y atención que no era solo su seudónimo o su nombre artístico. Era mucho más que eso, porque fue el mote con el que trascendió en el tiempo (incluso hasta hoy) y el que de alguna manera lo definió. Traducido, ese nuevo nombre que eligió, significa "la paz esté con ustedes o la paz sea con vosotros”, una frase que se toma como un saludo o como un buen augurio hacia el otro. Algo fundamental para alguien al que le importa la vida en comunidad.
Más allá de eso, en gran medida esa autodefinición deja traslucir sus intenciones como autor de novelas, cuentos, historias para niños y famosas obras de teatro ya que su literatura está centrada en el amor al prójimo, los valores de la familia y del hombre sencillo, del esfuerzo, las costumbres y tradiciones características del pueblo judío que siempre fue, su verdadera inspiración.
La vida de Sholem Aleijem no fue sencilla. Nació en el seno de una familia judía empobrecida. Su mamá falleció cuando él tenía 13 años. Pero fue su madrastra quien lo empujó a su futuro oficio: a ella le dedicó su primer escrito que fue el listado alfabético de los epítetos, malas palabras y maldiciones que usaba.
Observador puntilloso, siempre apeló al humor, hasta para reírse de sí mismo y enfrentar a través de la palabra momentos duros como las persecuciones a los judíos. Con esta herramienta se popularizaron sus obras que, en su mayoría, están escritas en idish, un dialecto mezcla de alemán, polaco, ruso y algunos términos hebreos que era la lengua popular de Europa del Este. Al principio escribía en ruso y en hebreo (que hasta fines del 1800 solo se usaba para los textos litúrgicos). Con más de cuarenta volúmenes en idish, se convirtió en la principal figura de la literatura en ese dialecto.
Sus publicaciones han sido ampliamente traducidas. De hecho, el musical El violinista en el tejado (1964), basado en las historias de su personaje de Tevie el lechero, fue la primera obra de teatro comercialmente exitosa que trató sobre la vida de un trabajador judío de la Europa del Este.
Se mudó a incontables ciudades europeas con su mujer y sus seis hijos, del mismo modo que tuvo varios oficios. Rabino, recitador, financista y comerciante, ámbito en el que hizo mucho dinero que así como llegó también perdió. Claro que ese dinero, en parte, le permitió apoyar a muchísimos escritores noveles y hacerlos trascender.
Recaló en Nueva York, afectado por la muerte de su hijo por tuberculosis enfermedad que el también contrajo- cayó en una profunda depresión. Sholem Aleijem murió en 1916, a los 57 años, mientras todavía trabajaba en su última novela, Mottel the Cantor’s son, y fue enterrado en el cementerio de Brooklyn. Para la época, su funeral fue uno de los más grandes en la historia de la ciudad estadounidense: se estima que acudieron 100 000 personas. Al día siguiente, su testamento fue publicado en el New York Times y fue leído en el pleno del Congreso de los Estados Unidos. En ese texto póstumo pedía, entre otras instrucciones, "que mi nombre sea nombrado con una sonrisa, o que no sea recordado”.
El poeta considerado "Profeta”

Más de cien millones de copias vendidas, avalan que Khalil Gibrán es uno de los poetas más populares del mundo. Quizás muchos críticos literarios lo cuestionan, lo cierto es que el público lo sigue aclamando como su lectura de cabecera. Por ejemplo desde que apareció su obra más conocida "El Profeta” en 1923 -un libro conformado por 26 ensayos poéticos (en prosa) que hablan sobre grandes temas como el amor, la familia, el trabajo y la muerte, pronunciados en forma de sermón por un sabio- nunca ha dejado de publicarse, se ha traducido a más de 50 idiomas y muchas de sus frases de la vida cotidiana pero también de momentos fundantes en la vida de todo ser humano han influenciado a políticos, músicos y artistas de todo el planeta. Esta publicación es uno de los best-sellers del siglo XX en Estados Unidos, tomado de cabecera en los movimientos contraculturales y el New Age.
Khalil Gibrán -aunque en árabe debería escribirse Yibrán Jalil Yibrán- nació en enero de 1883 en la aldea Besharri, en el Líbano. Desde muy pequeño y de la mano de su abuelo materno, siempre demostró un interés especial por el arte y el saber universal, la literatura y la pintura. Fue el segundo de 4 hermanos que, con tan solo 12 años se mudó con parte de su familia a Estados Unidos tratando de forjarse nuevas oportunidades para trabajar y vivir. Así llegó a Boston, Massachusetts; donde aprendió con devoción el inglés, lengua que haría famosas sus novelas, aunque jamás olvidó el árabe, que perfeccionó tras su regreso a Líbano en 1898 (hasta 1902). También hablaba y escribía en francés, idioma que le dio herramientas para pulir su estilo literario, tan particular.
Seguidor de la religión cristiana maronita y fundador de una agrupación político-social que luchó desde Estados Unidos contra de la tiranía y la opresión en Oriente. Ambas situaciones le dieron sustentos de sobra para sus escritos.
De hecho en sus poesías y ensayos solía apelar con frecuencia a términos espirituales y al misticismo, para resaltar por ejemplo "Ámense los unos a los otros, pero no formen un vínculo de amor: que sea un mar en movimiento entre las orillas de sus almas”. Pero además, muchos de los escritos de Gibrán involucraron las influencias de otras creencias como el cristianismo, especialmente en cuanto al amor espiritual (aunque critaba a la Iglesia y los clérigos), el islam, el judaísmo y la teosofía, entre otros. Alguna vez escribió: "Ustedes son mis hermanos y los amo. Los amo cuando se postran en sus mezquitas, se arrodillan en sus iglesias y oran en sus sinagogas. Ustedes y yo somos hijos de una sola fe: el Espíritu”.
Por los avatares que tuvo que sortear en su vida, su salud fue decayendo constantemente hasta el final de su vida. Se casó con la mujer de sus sueños, con la que mantuvo una correspondencia durante años y siempre la amó hasta que murió en 1931, en Nueva York, a los cuarenta y ocho años de edad. El 21 de agosto del mismo año su cuerpo fue trasladado a Beirut y enterrado en su pueblo natal.

