Comienza el nuevo ciclo lectivo. Todo un año para que los chicos transiten nuevas experiencias. Las expectativas son muchas y el final que se espera es pasar al siguiente año. Claro que para lograr buenos resultados es importante tener un buen respaldo desde el hogar. A veces los padres no tienen claro cómo ayudar a sus hijos en este desafío. Es por eso que para los distintos niveles de enseñanza es necesario tener en cuenta los consejos de profesionales con basta trayectoria en la provincia. Revista ¡OH! consultó a las psicopedagogas María Belén Sales (MP135) y Gabriela Molina (MP218), ambas especialistas en Nivel Inicial; Mónica Oliveros (MP256), en alumnos de Primaria y Gustavo Más (MP493 ) en adolescentes de Secundaria. Todos ellos desarrollan actividades en instituciones educativas en San Juan.

Nivel Inicial

El ingreso al Nivel Inicial marca un hecho histórico en la familia. Esto debido a que el niño comienza a transitar el camino escolar. Se trata de todo un mundo nuevo a explorar por parte del niño y de los padres, en especial si se trata de primerizos en este aspecto.

En ese sentido, la psicopedagoga María Belén Sales, cuenta que "según mi experiencia, lo que verdaderamente cuenta e importa es la actitud con la que los padres acompañan al hijo cuando ingresa al Jardín de Infantes".

Esta actitud consta de varios aspectos:

* Mostrar al niño el deseo y la decisión, que como papás tienen, de que concurra al Jardín de Infantes.

* Estar dispuestos a acompañarlo sin apuro, dejando de lado las ansiedades y respetando el tiempo de cada niño para resolver la adaptación (tiempo que depende de su historia personal, necesidades, experiencias anteriores, si se siente o no seguro en su grupo familiar, y también, de sus recursos personales).

* Tener una mirada de ternura y espera hacia el hijo.

* Colaborar con las propuestas que prepara el Jardín para este período.

Por último, en este tiempo de ingreso al Nivel Inicial es útil y bueno que papá y mamá revisen y programen cómo será la rutina desde la casa:

* Asumir los nuevos horarios.

* Prever los traslados para llegar a tiempo.

* Acordar quién espera al niño a la salida del Jardín (es importante estar unos minutos antes para evitar una posible situación de angustia).

Hay que tener presente que, la posibilidad de transitar el ingreso al Jardín de Infantes como una experiencia exitosa y feliz, favorece el crecimiento emocional del niño.

Por su parte, parte la psicopedagoga Gabriela Molina explica que en esta etapa de Nivel Inicial, el niño tiene que estar sostenido por un Gran Otro que ejerza la función materna, función por que nada tiene que ver con el instinto, y por que la puede ejercer la madre biológica o la madre adoptiva. Lo importante es que haya madre disponible para el encuentro simbiótico con el hijo, que pueda ocuparse de la nutrición, protección, contención emocional, que pueda decodificar el llanto transformándolo en llamado, que pueda mostrar el mundo y los objetos.

Es importante que esta relación esté amparada por la función paterna representando la ley que regule la relación entre la madre y el niño. Todo este proceso de armado de estructuras básicas se parece en algún punto a la construcción de una casa, las columnas, los cimientos serán los que den soporte al resto de la estructura, y se sabe que la estructura flaquea o se desmorona si no está bien sostenida.

En este sentido -agrega la profesional-, es de vital importancia la construcción de sólidos y estables vínculos afectivos entre los pequeños y sus padres, o tutores y sus maestras de nivel inicial.

El Nivel Inicial ( jardín maternal y jardín de infantes) se convierte en un ámbito privilegiado para el desarrollo del niño. Aparece como un espacio que potencia el desarrollo integral a la vez que previene y detecta la aparición de síntomas que pueden afectar algún área del desarrollo.

Privilegia el "juego" como estrategia metodológica indispensable para el desarrollo integral.

Los padres pueden hacer a diario un gran aporte en acompañar a los niños en esta etapa, valorar el juego, las producciones gráficas, el desarrollo del lenguaje, la socialización con los pares, como "verdaderos pasaportes" para la construcción de la identidad y las futuras elecciones ocupacionales y vocacionales, concluye.

Escuela primaria

Si de familia se trata, la psicóloga Mónica Oliveros explica que la educación comprende todas aquellas acciones formales e informales que contribuyen con el crecimiento y desarrollo de las capacidades humanas a lo largo de la vida de las personas. Por ende la palabra educación abarca mucho más que la escuela, es más, las primeras intervenciones educativas comienzan en el núcleo familiar.

La familia como institución educativa primaria debe estar asociada y en relación directa con la escuela, ambas como entidades formadoras del hombre. Debe existir una relación de retroalimentación familia - escuela, para mantener una coherencia entre valores y pautas culturales que se inculcan al niño.

La escuela de ningún modo puede suplir a la familia, sino que debe fortalecer, profundizar y complementar la formación integral que el niño trae de su hogar.

Después del período de vacaciones, la pregunta es cómo se puede facilitar la reincerción escolar de los chicos. Por ese motivo es necesario reestablecer el orden de los tiempos familiares e ir modificando gradualmente, por ejemplo: la hora de la cena, la hora de irse a la cama, los momentos de juego, el tiempo frente a la TV, entre otras actividades.

En esta etapa las escuelas contemplan en el inicio de clases la necesidad de un período de aprestamiento, en el cual se refuerzan contenidos de años anteriores, antes de avanzar con aprendizajes nuevos. Esta adaptación necesariamente debe ser apoyada desde el hogar. Este cambio de hábitos debe realizarse dentro de un entorno familiar armónico, donde existan límites claros y contención afectiva.

Aporte familiar

La familia no se puede contentar con sólo satisfacer las necesidades biológicas sino debe aportar oportunidades intelectuales y afectivas que favorezcan el desarrollo personal, debe crear las bases para que el chico pueda incorporar los contenidos formales suministrados por la escuela y elaborarlos según sus intereses y posibilidades intelectuales. De esta manera se modifica así su conducta en un desarrollo personal y social progresivo.

Desde el hogar deben inculcarse pautas de integración social para que pueda interactuar en la escuela de manera provechosa, y enriquecerse de las diferencias sociales y culturales del grupo social educativo que le toque compartir.

Cómo ayudar a los hijos

* Crear espacios de diálogo y expresión, ya que un ámbito familiar en el que no se le permite al niño expresarse con libertad o experimentar su curiosidad, inhibe las posibilidades de aprendizaje.

* Brindar afecto y dedicar tiempo de calidad al chico. Una familia pobre en afecto y en tiempo compartido, también dificulta el desarrollo normal. Estro provoca fenómenos como "el síndrome del niño institucionalizado" en el que se busca equivocadamente compensar las carencias familiares con excesos de estímulos y ocupaciones extra familiares.

* Respetar básicamente todos los derechos del niño, tales como alimentación, salud, vestimenta, etcétera; y todo aquello que contribuya a dignificarlo como individuo. Hay que hacerle sentir que ocupa un lugar importante en la familia y por extensión en la sociedad.

* Mantener una conexión y participación activa en las demandas de la escuela.

* Interesarse no sólo por su rendimiento académico, sino también por su adaptación grupal y emocional, para poder detectar a tiempo las dificultades y actuar con celeridad.

* Generar hábitos familiares que ayuden al desarrollo de su responsabilidad con las tareas.

* Mostrar interés por sus inquietudes y dificultades.

* Incentivar, reconocer y premiar sus logros, para motivarlo a seguir esforzándose.

Escuela secundaria

Cada año se plantean desafíos nuevos en el trabajo con los adolescentes. El psicólogo Gustavo Más cuenta que en esta etapa suelen escucharse frases como "los adolescentes están terribles" o ano son como en mi época", "los adultos". Pensar en un chico de 15, 16 años, con su conductas, sus modos, sus reacciones, separados del mundo de los mayores, con nuestros ejemplos y formas de comunicarnos y vivir, resulta volver a repetir el error de ver sólo una parte del contexto, y no su totalidad.

Acompañarlos en su regreso

El profesional comenta que lo primero que pensará todo padre al leer esto, será: "¡¡Pero mi hijo no quiere saber nada conque lo acompañe al primer día de clase!!". Sí, lamentablemente, en muchos casos, les da vergüenza. Pero "acompañar" también quiere decir hablar sobre nuestros días de clase, mostrarles cómo lo vivíamos nosotros, hacerse un espacio para invitarlos a almorzar ese día, contarles qué materias nos gustaban más, las que no entendíamos nada. Agrega, "acompañar" también es "estar", y a su vez, generar la libertad que el adolescente busca y se merece. Los primeros días se da un "caos" y una presencia familiar, que se va diluyendo con los meses. Por ello es bueno dejar un espacio, dos o tres veces por semana, para charlar sobre lo que va sintiendo, paralelamente al control de los deberes, pruebas, etc.

En la mayoría de los adolescentes, los sentimientos y emociones "se prenden fuego", casi todo se vive apasionadamente, lo cual marea a los padres, en cuanto a las reacciones de los chicos, la estabilidad de lo que sienten, piensan, idealizan, etc. "Dialogar" los sentimientos suele ser una herramienta muy útil. Para ello es necesario: buscar el momento, mostrar que los padres sí tienen mayor estabilidad emocional, elegir el lugar, que las partes estén relajadas. A veces los papás quieren que "aquí" y "ahora", en este almuerzo, los chicos cuenten lo que "yo quiero": como resultado lógico, todos peleados.

Estar cerca de la escuela

"Todos nos necesitamos", plantea Más: Si no hay diálogo adolescente-escuela-familia-comunidad, el motor se rompe y se notan los desajustes. "Papás, profesores y alumnos, más que no descalificarnos, propongo un desafío: volver a valorarnos. Somos seres humanos, hacemos un todo, dejamos huellas imborrables en chicos que están pasando zona de tormenta. Podemos no estar de acuerdo, pero la capacidad de escucharnos debe volver a ponerse de moda. Un profesor debe considerar a papás y alumnos, la familia al profesor. Si entre los adultos podemos arreglar las diferencias cotidianas, acercándonos, escuchándonos", explicando en que no coincido, siendo objetivo y claro, a los chicos les resultará más fácil.

Dentro de su experiencia, el profesional explica que hay chicos más "fáciles" de llevar, casi que van con un envión propio. Pero hay otros llamados "difíciles", "rebeldes", "tiranos". Acá surge la eterna pregunta: ¿Y si mi hijo está en este grupo? Nuestra primera tentación en la casa y la escuela es "caerle" al adolescente, y centrarse "en que cambie ya, mocoso maleducado". Probablemente, por la contra, no le ganemos muchas discusiones: la mayoría, en esta edad, estuvimos más preparados para discutir, que para hablar despacio, calmados. Y viene algo que a los adultos no nos gusta hacer, mirarnos al espejo interior, de vez en cuando. Los que se sinceran y logran hacerlo, descubren claves fundamentales para dialogar con los chicos: ¿estoy tranquilo para hablar? ¿mi hijo querrá hablar ya? ¿cuando yo tenía 15, 16 años, cómo me daba resultado qué me hablaran, para que entrara en razón? ¿charlo con mi pareja lo que nos pasa con mi familia? Como papá, logro hablar, pero por sobre todo, ¿escuchar? Como mamá, ¿puedo mantener límites en el tiempo? ¿mamá y papá logramos ponernos de acuerdo en horarios, diálogos sobre el amor, la sexualidad, los valores, el manejo del dinero, etc, aunque vivamos juntos, o separados?

No podemos hacer todo esto junto de un día para el otro. A muchos papás todavía nos queda un largo camino de aprendizaje, pero felicito a los muchos papás que conozco, a diario, que se esfuerzan y esmeran en "crecer y "aprender", porque se nota en sus hijos. Nuestra humildad y trabajo en equipo, es un gran legado para próximas generaciones, concluye Gustavo Más.