Francisco ‘Pancho’ Fierro, compañero de primaria de José Luis Gioja en la tradicional Escuela Normal, ubicada en el centro del departamento norteño, nos contó esta semana, en su pequeña finca de la curva de La Falda, que hace ‘como 35 años que hace cebolla’. En referencia al aniversario del departamento, hoy 25 de junio, y comparativamente con décadas anteriores, el hombre, que también fue maestro, juzga ‘veo que antes era más sencillo, había más gente para trabajar, no había herbicidas y todo era labranza, pero se vendía más, y más simple. Todos trabajaban en las cebollas, en mayor o menor superficie. En esto se ha quedado mucho Jáchal, no se investigó en fertilizantes ni variedades, ni se avanzó como en otros lugares del país, caso del sur de Buenos Aires, que armaron galpones para clasificar los bulbos y los brasileños van ahí -directamente- a buscarla. Antes había productores de 15-20 hectáreas y ahora apenas se puede hacer un pequeño lote por cabeza. Acá se llegaron a hacer unas 1.500 hectáreas. Ahora vale la cebolla, por la fecha, de entrada al invierno, pero hay un 50% de pudrición en promedio y llega al mercado en mal estado. Eso hace que se hable mal. No sé si se llegará hoy a las 200 ó 250 hectáreas’.

Cuenta don Fierro en la galería de su casa de campo, mientras tomamos unos ricos mates cuando cae el sol, que ‘Pedro Mestre y Lázaro Varas fueron dos pilares históricos, ellos mejoraron mucho los cultivos de la cebolla. Digamos que desde 1970 en adelante, los pobres (así los llamaban) obtenían 300-400 bolsas de cebolla, y con eso compraban la mercadería para todo el año una familia (ropa y comida). Eran tiempos en que el cuero valía, la sal, la papa la traían de Gualcamayo, se vendía el guano de cabra para los parrales de San Juan y había mucho comercio. En los años 90 se mandaba mucho a Brasil, salían 20 camiones de cebolla por día’, dice, y los ojos se le ponen colorados, por el recuerdo y en parte, por impotencia. ‘Era normal hablar de 25.000 bolsas de cebolla, eran volúmenes grandes, los que se comercializaban’, indica.

Productores renombrados, entre otros, figuran los Fuentes, Aciar, Heredia, Quiroga, Mallea, Rodríguez, Villafañe, García, Martínez, Rojas, Olivares, Molina, y tantos más que hicieron historia.

En la tierra

Dos pilares. Decidimos ir a hablar con los históricos. Pedro Mestre fue el padre de Ramón Mestre, quien se dedicó a la política y fue intendente de Córdoba; su hijo, también llamado Ramón, es hoy intendente de la capital de la provincia mediterránea. Por ello, fuimos a buscar a Lázaro Varas, un referente de la cebolla, a su casa, situada en Campo de Batalla, localidad de Pampa del Chañar. Por sus 86 años, sólo fue posible tomarle unas fotos, ya que tenía turno al médico, pero dialogamos con su hijo Pablo, del mismo linaje. ‘Con mi papá y Juan, mi hermano, desde chiquitos aprendimos el arte de cultivar cebolla. Y digo esto porque realmente es así. Hay que saber regar, que no es sencillo en Jáchal, ver si se siembra para ‘guardar’ la cebolla (conservar por más tiempo), o para sacar temprano, si conviene curar las tierras en tiempo y forma para llegar sin malezas como la chilquilla, que abunda y nos baja mucho los rindes por hectárea, etc. Lázaro, mi padre, ha mejorado variedades como la Val 14, originaria del INTA y así hay años que llegamos a julio con buenos bulbos conservados, casi sin cebollas podridas’. Al consultarle sobre rendimientos, el hijo menor asegura que ‘todo depende del descanso de la tierra, la esmerada preparación, la rotación correspondiente, el uso de semilla buena, las fertilizaciones, los riegos cuidados y que no llueva en la cosecha. Hay rindes desde 1.000 bolsas por hectárea, 1.500, 2.000 y hasta se ha llegado a récords de 2.200, pero no es normal. Aquí cuesta mucho avanzar porque no hay apoyo, todo lo tiene que hacer el agricultor solo, a prueba y error’.

Sí destacó que en los últimos años, ha habido pocas, pero muy buenas y serias empresas que compran bulbos y semillas, siempre y cuando se trabaje bajo un protocolo estricto, que se debe cumplir a rajatabla. En herbicidas, fertilizantes e insecticidas, controlan todo. Y en la cosecha también. Agregó Varas: ‘Son exigentes, pero enseñan a trabajar y finalmente es mejor así, se va aprendiendo en forma contínua’.

Otras culturas

Los olivos fueron en el pasado, y fundamentalmente en la década de los diferimientos impositivos, una apuesta importante en el rubro agroindustria. Desde 1993 en adelante, hubo una gran actividad. Las grandes plantaciones estuvieron en Niquivil (que pasó por varios dueños), El Fuerte (en el cruce de la ruta 40 y empalme de la ruta 150), Finca La Gloria (centro de Jáchal), Mediterráneo (sobre ruta 40 vieja) y Huaco (a metros del monumento a Buenaventura Luna). Se llegó a totalizar varios cientos de hectáreas, (no hay cifras oficiales) mayoritariamente con incorporación de riego por goteo, tractores en cantidad, galpones y obreros para el manejo de campo. Lamentablemente la falta de conocimientos en la elección de variedades para esta zona y de un estudio más científico de este cultivo agroindustrial llevaron a grandes pérdidas por heladas y los daños fueron irrecuperables.

José Victorica, al frente del mayor emprendimiento de Huaco, nos comentó ‘fue muy desalentador ver que nuestras plantas terminaron secas, amarillentas, por las heladas de 11 grados bajo cero, después de tanto trabajo de desmonte, plantación, colocación del riego por goteo, capacitación de la gente y construcción de galpones, que nos llevó años’.

En este momento, la mayoría de los emprendimientos olivícolas se encuentran semi o totalmente abandonados, algunos inclusive destruidos por vándalos y saqueadores.

Vaquitas

La ganadería fue desde siempre un sector importante en Jáchal. Y ha retomado fuerza con el proyecto que encaró el área de Desarrollo Sustentable de Barrick, en los últimos 5 años. Con la colaboración de APAG, la Asociación de Productores Agricolas y Ganaderos, se seleccionaron 10 pequeños productores por año con orientación básica en ganadería vacuna y se los capacitó en alimentación, sanidad y manejo integral de feedlot. Con la ayuda de veterinarios e ingenieros agrónomos incorporaron nuevas variedades de maíz, sorgo y alfalfa, sumaron toros y vacas de raza pura Aberdeen Angus de La Pampa, hicieron corrales modernos, bretes, silos bolsa y utilizaron maquinaria de grandes volúmenes, como en la Pampa Húmeda. Este sector sin dudas ha mejorado sustancialmente.

En 5 años, ya se han incorporado 50 ganaderos a esta iniciativa y las mejoras, con bajo porcentaje de mortandad, mejor alimentación, más pariciones, sanidad elevada y un importante avance en el animal en cuanto a razas, ya que la sangre aportada de la cabaña madre en sus ejemplares, ha dado efectos en la descendencia.

Falta terminar la actualización y autorización oficial en las obras del Matadero Municipal, para poder contar con el tránsito federal de carnes. Entre otras cosas. El gas natural también frena muchos proyectos, ganaderos y agroindustriales.