En el pabellón número tres del penal de Las Flores entendieron rápidamente que el motín avanzaba sobre ellos. Lo que había empezado como una revuelta pidiendo medidas de higiene y libertades para no contagiarse coronavirus, rápidamente se estaba transformando en una situación carcelaria donde todo se desmadra. Los internos de los pabellones seis y diez estaban tomando la unidad por su cuenta y fueron directo a ese pabellón tres, llamado de ofensores sexuales, nombre menos prosaico que el popular “pabellón de los violadores”. Era la una de la mañana.

 

 

 

 

 

Entre los reclusos alojados allí estaba hasta hace nada Carlos Baldomir, el ex campeón mundial de boxeo peso welter en el año 2006 y uno de los pugilistas argentinos más importantes de la década anterior. Y cómo cuando estaba arriba de un ring, el Tata, como se lo apodaba en sus tiempos de gloria antes de convertirse en el autor de uno de los delitos más aberrantes, le hizo una mueca al destino y logró escapar a tiempo, ya que estaba alojado en la Alcaidía del penal, que no fue tomada en la revuelta. Salvó su pellejo por poco: todas las víctimas fatales eran de ese pabellón, dos que murieron calcinadas y otras dos atacadas con saña con armas blancas. Los heridos graves también eran compañeros de celda del sector donde históricamente estuvo alojado Baldomir, de quien corrió la noticia errónea de su muerte porque uno de los fallecidos tenía cierto parecido físico.

 

El ex boxeador lleva ya una larga temporada tras las rejas y le queda bastante tiempo más: el 29 de octubre de 2016 fue acusado de abuso sexual agravado en reiteradas oportunidades de su hija cuando ésta tenía entre ocho y nueve años. La denuncia la hizo la madre de la niña ante el Centro de Orientación a la Víctima de Violencia Sexual y Familiar de la provincia y tras una breve investigación, Baldomir fue apresado el 18 de noviembre en Junín, provincia de Buenos Aires, donde estaba viviendo tras haber dejado Santa Fe.

 

 

 

 

 

Si bien el pugilista siempre se manifestó inocente, tres años más tarde, entre el 25 y el 31 de julio de 2019 se realizó el juicio oral donde desfilaron más de 30 testigos y se acreditó que la niña fue violada en reiteradas oportunidades en los años 2012, 2013 y 2014. Y aunque tanto la querella como la fiscalía pidieron una pena de 20 años de prisión, el Tribunal Oral terminó condenando a 18. La defensa de Baldomir apeló y el 9 de diciembre pasado la Cámara confirmó la condena aunque le redujo levemente la pena a 16 años y medio.

 

Desde entonces, cuando supo que ya no saldría más de la cárcel, la rutina de Baldomir cambió. Dejó de tener peleas en la cárcel, que le provocaron varias sanciones de encierro y comenzó a aprovechar el tiempo para entrenarse y jugar al fútbol en el patio del penal, donde el servicio penitenciario saca a los presos por tanda para que los ofensores sexuales no se mezclen con quienes están alojados por otros motivos.

 

“Muchas veces tuve problemas porque acá adentro todos querían medirse con el campeón. Recibí sanciones y me mandaron a los buzones (celdas de aislamiento). Pero eso de a poco fue cambiando, estoy en la celda de quienes tienen causa por abuso y el resto en otra. Por eso estoy más tranquilo. Hago gimnasia todo el día porque el cuerpo me lo pide”, aseguró hace un largo año atrás, en su última nota desde el penal. El penal donde ayer salvó su vida por milagro y en el que deberá seguir recluido 12 años más.

 

Infobae