El kirchnerismo se tomó unos días para volver a la carga contra la Casa Rosada, pero luego de tomar carrera, arremetió con mayor fuerza que nunca, esta noche. Frente a la militancia, en un ambiente cerrado y de capacidad acotada pero repleto de banderas, el titular de La Cámpora, Máximo Kirchner, les respondió con vehemencia a Alberto Fernández y a su ministro de Economía, Martín Guzmán, que días antes habían defendido la gestión nacional en sendas entrevistas de las duras críticas de Cristina Kirchner. Al primero le recordó que “todo aquel que quiere conducir, tiene que haber sido conducido”. Y al segundo le reprochó el estado de la economía a pesar de tener “el apoyo del FMI, de Kristalina Georgieva, del Presidente, de la principal central de trabajadores, de los movimientos y de Clarín”.

Como se esperaba, Kirchner recogió el guante de las declaraciones que esgrimió el Presidente durante su gira por Europa. Desde la sede del club Podestá, en el distrito bonaerense opositor de Lanús, el líder camporista y presidente del PJ provincial volvió a exigirle al Presidente que escuche los reclamos y cambie el rumbo económico: “Nuestro pueblo se conduce obedeciendo. Cuando uno quiere conducir, debe saber obedecer, y el pueblo manda. Y para saber conducir el dirigente tiene que haber sido conducido”, lanzó, entre vitoreos de los seguidores que habían dejado ingresar al reducido estadio.

El discurso ocurrió exactamente una semana después de la presentación de Cristina Kirchner en la Universidad Austral, en Chaco, y tuvo el mismo tono épico y crítico. “Vemos dirigentes de monopatín en los medios, que logran que los traten bien. No sé las concesiones que harán”, expresó el hijo de la Vicepresidenta, en referencia a los ministros de Alberto Fernández, como Guzmán y el titular de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, que durante los últimos días defendieron al Gobierno en distintas entrevistas.

La respuesta a Guzmán, que el lunes pasado hizo una pormenorizada defensa de su gestión, fue la más detallada. Junto a dirigentes locales, como Julián Álvarez, y sindicalistas, como el recientemente electo Roberto Baradel, Máximo Kirchner se tomó varios minutos para describir la baja en el poder adquisitivo de los salarios, el principal reclamo público del kirchnerismo a la gestión Guzmán. “El ministro de Economía dice que no tiene apoyo político. Yo le digo: tenés el apoyo del FMI y el de Kristalina, de la central sindical más importante (la CGT), de los movimientos sociales y del Presidente. ¿Cuánto más apoyo querés para que las cosas salgan bien?”, le dijo, de manera inusualmente directa.