“Es una antigua tradición escandinava: me nominan para el premio y se lo dan a otro. Ya todo eso es una especie de rito”. La frase, pronunciada por Jorge Luis Borges en una entrevista de 1979, resume bien su esquiva relación con el Premio Nobel: pese a ser uno de los máximos exponentes de la literatura en el siglo 20, el escritor argentino nunca fue galardonado.

 

Ahora, a partir de la desclasificación de viejos archivos de la Academia Sueca, que desde 1901 elige todos los años a un ganador, se puede empezar a entender por qué Borges jamás recibió el premio. Al parecer, 1967 fue el año en que el autor de El Aleph estuvo más cerca de ser elegido. Aunque fue uno de los candidatos “serios” (de 70 nominados en total), el galardón de ese año quedó en manos del guatemalteco Miguel Ángel Asturias.

 

Según recoge el diario sueco Svenska Dagbladet en base a documentos de la Academia que se mantuvieron en secreto por más de 50 años, el presidente del Comité del premio, Anders Osterling, rechazó entonces al argentino con un argumento tan breve como determinante: “Es demasiado exclusivo o artificialen su ingenioso arte en miniatura”.

 

Hasta su muerte en 1986, el nombre de Borges siempre se mantuvo en las listas de candidatos al Nobel, pero nunca lo reconocieron. Siempre circuló la versión de que los reiterados rechazos de la Academia tuvieron más que ver con la políticaque con la literatura. De hecho, muchas fuentes lo atribuyeron durante años a la visita que hizo en 1976 (en plena dictadura chilena) al general Augusto Pinochet, a quien incluso le dedicó algunos elogios.

 

A eso se habría sumado la crítica que formuló a la obra del poeta sueco Artur Lundkvist, quien más tarde fuera nombrado secretario permanente de la Academia. Fue precisamente Lundkvist, experto en literatura latinoamericana y responsable de la introducción de la obra de Borges en su país, quien confirmó esa sospecha en una entrevista: “La sociedad sueca no puede premiar a alguien con esos antecedentes (por la visita a Pinochet)”.

 

Incluso María Kodama, viuda del escritor, declaró en 2016, que “todo el mundo sabe que fue una cuestión política”. Y aclaró que “él no fue invitado por Pinochet, sino por la Universidad de Chile”: “La gente es muy perversa, porque cuando un hombre como él recibe un doctorado, es protocolo que vaya el presidente del país”.