La Embajada del Estado de Israel en la Ciudad Buenos Aires era volada hace 30 años, el martes 17 de marzo de 1992. Fue el primer atentado terrorista en Argentina: dejó un resultado de 22 muertos, 242 heridos, y aún permanece impune.

A las 14.47 de aquella jornada, el centro de Buenos Aires fue sacudido por una gran explosión en el barrio porteño de Retiro que destrozó la sede diplomática israelí en el país, al abarcar tanto la embajada y el consulado, ubicadas en los números 910 y 916 de la calle Arroyo de la Ciudad de Buenos Aires.

Desde hace 30 años, en ese mismo horario, se escucha el sonido de una sirena a la hora del hecho, en recordatorio de las víctimas, y como un permanente grito adolorido que pide justicia en una causa que llegó a la Corte Suprema sin que haya hasta el momento un solo detenido.

Aquel día, las calles se llenaron de escombros, polvo y cuerpos sin vida, y se improvisaron en un primer momento rescates de las personas que podían pedir auxilio frente al desconcierto de bomberos y policías que llegaban al lugar.

Murieron y resultaron heridos también personas ajenas al edificio diplomático, entre ellos peatones, conductores, y hasta ancianos que estaban en un geriátrico cercano. También hubo destrozos en una escuela.

Se trató del primer atentado terrorista en el país y así Argentina entró brutalmente en la agenda del terrorismo internacional sin saber que otro atentado ocurriría dos años después, esta vez en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). En esa oportunidad, el resultado fue de 85 muertos, hecho que también sigue hoy impune.

En 1992, tras el atentado, el entonces presidente Carlos Menem lanzó una hipótesis: esgrimía que "el único presidente argentino que visitó Israel pudo haber sido lo que haya ofendido a estas organizaciones terroristas", o "lo otro que puede ser es el envío de las naves argentinas al Golfo con motivo de la invasión de Irak a Kuwait".

Se refirió así al envío de dos buques de guerra al Golfo, en 1991, para reforzar la coalición liderada por Estados Unidos contra Irak, un hecho representativo del estilo de la política exterior que siguió el gobierno de Menem.

Final amargo. Mucha gente quedó bajo los escombros. Allí quedaron sus ilusiones, sus proyectos. 

Sin embargo, a medida que pasó el tiempo, la principal hipótesis de la investigación se inclinó por culpar a Hezbollah: una organización terrorista islámica musulmana libanesa apoyada por la República Islámica de Irán. Tal grupo terrorista era señalado como supuesto organizador intelectual de ese ataque.

Varios diplomáticos y referentes iraníes citados por medios argentinos aceptaban que a principios de los "90 Argentina decidió cortar de forma unilateral los convenios que el gobierno de Raúl Alfonsín (antecesor de Menem) había firmado con Teherán para cooperar en la entrega y el conocimiento sobre material nuclear que Argentina se había comprometido a cumplir con el país de Medio Oriente.

Veintinueve días antes de que volara la embajada de Israel, además, había sido asesinado el entonces secretario general de Hezbollah, Abbas al-Musawi. Teherán responsabilizó a Israel por el crimen. Voló la embajada de ese país en Buenos Aires como represalia, según la óptica de algunas fuentes de inteligencia. Y luego la AMIA, por supuestos compromisos no cumplidos por el gobierno de Carlos Menem en materia nuclear.

Menem había perpetrado una campaña electoral plagada de promesas al mundo. El entonces candidato riojano prometió reactores nucleares, soportes tecnológicos y vectores misilísticos a lo largo de Medio Oriente. A Siria, Irán y a Libia, por nombrar algunos países que bien pudieron aportar algunas divisas a las arcas de la campaña presidencial.

Irán y Siria querían tener sus propias bombas atómicas, y Menem pudo prestarse al juego si a cambio los regímenes fundamentalistas aportaban sus millones de dólares para su campaña presidencial.

Terence Todman, embajador de EEUU en Argentina en la época de Menem, alertó al riojano acerca de las consecuencias geopolíticas que podía pagar si afianzaba vínculos con Libia, Siria e Irán. Menem entendió la señal de Todman y giró 180 grados, cerrando los canales opacos con Irán.

Como el atentado afectó a una delegación extranjera, la causa quedó en manos de la Corte Suprema de Justicia, que el 24 de marzo del 92 abrió el expediente 143/1992, que continúa en poder del máximo tribunal sin resultados.

Las pesquisas de la instrucción quedaron en manos de la Comisaría 15 de la Policía Federal, pese a que la Corte rechazó convocar a declarar a los custodios de esa fuerza que se retiraron de la puerta de la embajada poco antes de la explosión. Cuatro años después del atentado, esos efectivos fueron citados.

Cuando el atentado se produjo, en el edificio se realizaban obras de remodelación, por lo que los familiares de las víctimas solicitaron que los propietarios de la empresa constructora declararan.

El fallecido ministro de la Corte Ricardo Levene, por entonces a cargo del expediente, formuló en 1996 la teoría de que el edificio había sido demolido por un artefacto explosivo colocado en su interior.

Otros peritos señalaron la presencia de una camioneta que merodeó la zona al momento del siniestro, y que, cargada de explosivos, fue conducida por un terrorista suicida que la explotó frente a la delegación diplomática. Esa terminó siendo la versión oficial sobre el ataque que se impuso tras la creación, en 1997, de una Secretaría Especial que asumió la investigación bajo la dirección de Esteban Jorge Canevari.

En 2006, la Corte declaró la causa como "imprescriptible". En 2015, la entonces presidenta Cristina Fernández ordenó "la desclasificación de la totalidad de la documentación de los archivos de inteligencia relacionados con el atentado". Desde entonces, el alto tribunal tampoco ha avanzado. Télam

Salir. Escuchar gritos, ver argentinos heridos en el piso. Algunos no podían hacer otra cosa que tratar de salir de ahí.


Recuerdos

El sobreviviente Alberto Romano estaba en el tercer piso cuando sucedió el atentado hace treinta años. Tenía 23 años, se acababa de casar y era administrativo. Todavía recuerda el momento en el que vio que "una mampostería cayó contra una compañera que fue hospitalizada y murió a los pocos días".

"Mecanismo inconciente"

El 17 de marzo de 1992 Lea Kovensky trabajaba en la planta baja del edificio de la sede diplomática, como secretaria del agregado militar de la embajada. Y suma recuerdos: "Me pasó algo muy extraño en lo inmediato porque tuve un gran registro de que sentía vergüenza porque estaba toda despeinada mientras todo el edificio se había caído a mi alrededor. Con análisis entendí luego que fue un mecanismo inconsciente de negación a lo que estaba viviendo en ese momento".