Cierta vez, siendo niño, escuché a uno de mis tíos, haberse quedado dormido esperando la transmisión de la pelea entre José María Gatica y el norteamericano, campeón del mundo, Ike Williams. Ese sería el ansiado debut del "Mono" en la arena internacional. Mi tío ya dormía al lado de su radio, harto de esperar, cuando Fioravanti relataba como nuestro compatriota era derrotado por nocaut. Eso fue en 1951 y revela el entusiasmo que despertaba en la afición, cuando un connacional intentaba suerte en el boxeo grande. La revancha vino después con "Pascualito" Pérez, ganando el título mundial en Japón frente a Yoshio Shirai, y que hizo que los argentinos, mi tío incluido, permanecieran en vela toda la noche, aguardando frente al receptor que llegara esa madrugada de 1954.


Algo similar ocurrió en 1968 cuando Nicolino Locche conquistó el título mundial frente a Poul Fuji, en Tokio. De esa madrugada me acuerdo bien. Así también, no me olvido más de una tarde de sábado de 1970, cuando el eco de las bocinas de los taxis, en pleno atardecer sanjuanino, acompañó el relato de Osvaldo Caffarelli narrando aquel inolvidable derechazo de Carlos Monzón, que dio por tierra con Nino Benvenutti y se trajo el título mundial de los medianos .Eventos que sonaban a gloria. Con la afición prendida de la radio, cuando uno de los nuestros se calzaba un título del mundo o enfrentaba una pelea crucial que lo arrimara a la corona. 


Todo esto viene a cuento de la escasa o nula trascendencia que se le ha dado al título mundial welter de la AMB, que estaba vacante, conseguido por el chubutense Lucas Matthysse. Fue ante el tailandés Tewa Kiram, hace dos sábados atrás, en Los Angeles, y por nocaut en el octavo round. Es cierto que la pelea no fue atractiva, porque el rival "agarró la bicicleta", como se dice, y trató de mantener a distancia a nuestro compatriota usando un "jab" de izquierda, de alto vuelo. Pero consumido por el temor. Matthysse, ya de 35 años y con una larga carrera, llevó la iniciativa toda la pelea y buscó incesantemente dar con sus manos en el rostro del rival, sabiendo que eso podía llevarlo a la lona. Para algunos analistas, el desempeño del argentino causó "preocupación". Otros se detuvieron en las consecuencias que el nocaut produjo en el tailandés, que debió ser llevado a un hospital, antes de reconocer el enorme esfuerzo realizado por Lucas para llegar en forma a esta pelea, luego de haber estado analizando dejar el boxeo. Y ganó de la forma como se debe ganar un título del mundo. Sin dejar dudas. Nadie fue a esperarlo a Ezeiza. No hubo autobomba paseándolo triunfal por las calles porteñas. No hubo el eco que antes hubiese despertado esta gran conquista. Tal vez en su Chubut natal haya recibido el cariño de su pueblo.


Son otros tiempos, evidentemente. Yo me quedo con aquellos, cuando el ronquido de mi tío, vencido por el sueño esperando a Gatica, o con las noches en vela por "Pascualito", por Nicolino, o aquel vocinglero de los tacheros, celebrando el triunfo de Monzón. No sé si le va a llegar, pero: ¡Gloria a Lucas Mathysse! ¡Viva Argentina!