Señor director:


Todo hace presumir que a corto plazo la vejez no constituirá un problema. La nueva versión de vivir alienta a mantenerse al margen de ciertos privilegios concedidos hasta hace muy poco sólo a la juventud. Esto resulta para la ciencia un respaldo que la incita a seguir persiguiendo lo que siempre buscó: llegar al siglo, y, si es posible, sin achaques. Hace poco tiempo científicos ingleses declaraban que se está en condiciones de proponer una revisión de los clásicos conceptos de juventud y vejez. "Hoy se es joven -dicen-, aún a los sesenta y recién a los ochenta admitir que se ingresa a la edad madura". Mantenerse joven y vivir mucho fue siempre una aspiración nada descabellada, dentro de ciertos límites. Cicerón alude al tema y exalta las virtudes de la vejez, que sólo difieren de las presentes en cuanto a los recursos científicos de las dos épocas. También Descartes expone en su "Discurso del Método" sus ideas sobre el particular refiriéndose al porvenir de la ciencia: "Conseguirá librarnos de muchas enfermedades típicas de la vejez". Nada envejece tanto como los sentimientos negativos: el odio, la envidia, el rencor, el egoísmo y otros que no conducen a facilitarle a nadie el paso a la felicidad. Pero es necesario tener muy en cuenta la opinión del doctor A. Guéniot, sabio francés que escribió a los 39 años "Para vivir cien años, o el arte de prolongar la vida". Allí dijo: "La debilidad orgánica y el envejecimiento son gravemente acelerados por falta de una oxigenación suficiente". Por este motivo, en cuanto las circunstancias lo permitan, es saludable salir al campo, tomar contacto con la naturaleza, caminatas matutinas, etc. Aprovechemos, pues, esta receta. De todos modos el aire no se paga... todavía. 


Carlos Buscemi
Escritor