Ezequiel Navarra, el destacado campeón mundial de billar.

En medio de la placidez en que descansan los recuerdos, que nuestra memoria custodia con la constancia de un templario, suele estallar de pronto un relámpago. Es un instante. Una visión. Nítida, presente, palpable. Se ilumina un lugar, toman forma personas y cosas, que estuvieron años esperando que alguien las anime y vuelvan a tomar vida, aunque sea por un momento. Dicen que uno no muere cuando deja de existir, sino cuando es olvidado. Por eso me entusiasmo cada vez que mi cerebro recibe esa descarga eléctrica y puedo rescatar desde el pasado un pedazo de la historia del lugar donde nací. Les cuento cómo fue. "¡Vamos a Navarra!", dijo exigente a su familia el personaje de la película española "Vivir dos veces", que encarna el actor argentino Oscar Martínez. El hombre quería volver a ese lugar de su niñez, donde tuvo un amor que nunca pudo olvidar. Pero me quedó picando aquel nombre, "Navarra". ¿Qué Navarra he conocido yo? Y entonces ocurrió eso, lo del relámpago. Se me figuró de inmediato una mesa de billar, el bar de don Robledo, por la Cerecetto (hoy I. de la Roza), al lado del cine Rivadavia. Gente, mucha gente. La mayoría, aquellos muchachos que nos llevaban diez o doce años de delantera en eso de subir la vida, y que eran los habitantes de la nocturnidad orillera, por ese entonces, de la Esquina Colorada. Yo no tenía edad para estar allí. Tampoco otros pibes, que también estaban en ese lugar, aquella noche. ¿Qué año sería, 1955, 56, 57? Me había atraído la promocionada visita del campeón mundial de billar a tres bandas, Ezequiel Navarra, que esa noche haría una exhibición en los billares de Don Robledo, quien hizo el milagro de llevar esa estrella hasta mi pago chico. Era uno de los tres "Navarrita", Ezequiel, Juan y Enrique, que tenían galardones mundiales en el atractivo arte del taco y la tiza. Eran hijos de un uruguayo, Ezequiel, que se instaló en Buenos Aires y les enseñó los secretos del paño verde. Daba clases en el club Progreso y demostraciones en el Bar "36 billares" que aún existe sobre Avenida de Mayo al 1200. Y los pibes fueron campeones del mundo. Dicen que el mejor era Ezequiel, quien en un famoso duelo, organizado por el mismo General Perón, batió al famoso norteamericano William Hope, en 1951, en el Luna Park. Y estaba esa noche en lo de Robledo. Ensayó la famosa "Tranquera", que era su truco más reclamado, donde la bola pasaba entre dos tacos, como abriendo una puerta. Y en un momento dado requirió alguno de los pibes. Corajeó el "Colorado" Chiquito Rodríguez. Porque había que tener coraje para tener una bola en la cabeza a la que debían impactar. El Chiquito se paró a un metro del billar, esperando la ejecución, con el marfil en su testa. Para colmo Navarra dijo su famosa frase: "Veremos si sale". El nerviosismo agitó los corazones. Apuntó, tiró y luego de hacer carambola, la bola salió despedida, dio certeramente en la que tenía puesta el Chiquito y se la sacó "limpita". No salíamos del asombro y llovieron hurras y aplausos ante la fantástica demostración. Ha cesado el relámpago, pero queda escrito. La visita de los "Navarrita" ya no quedará en el olvido.



Por Orlando Navarro
Periodista