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El presidente Macri en un encuentro con la presidente del FMI, Christine Lagarde.

El anuncio de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, históricamente el más importante concretado por nuestro país en términos relativos y, al decir del gobierno, inédito en términos de la liberalidad sobre los condicionamientos y restricciones en las políticas económicas locales a ser implementadas, vuelve a poner a Argentina como sujeto de crédito, dando una nueva oportunidad al alicaído y desestabilizado gobierno del ingeniero Macri.


No es intención establecer un debate sobre la conveniencia o no de este tipo de acuerdos con el FMI, institución que a lo largo de su historia, ha alternado planes de salvatajes económicos exitosos y estrepitosos fracasos. El descrédito de esta institución, su demonización y falta de consenso a nivel social trasciende el debate técnico sobre sus funciones, objetivos y formas de implementación, planteándose en un plano visceral.


Entiendo que bajo las actuales circunstancias económicas, el debate "imperialismo'' vs "soberanía'', que acompaña cualquier gestión ante el FMI, carece de relevancia, en consideración que era la única salida a la actual crisis económica.

"...se requiere que los políticos tanto del oficialismo como la oposición estén a la altura de las circunstancias, la sociedad en términos generales y a pesar de la caída en su poder adquisitivo y la incertidumbre sobre su futuro económico, ha mostrado adultez y comprensión...''


La falta de un plan económico integral hizo que el gobierno optara por los siguientes lineamientos económicos: 1- Gradualismo en términos de reducción del déficit fiscal, con una agenda de reducción de gastos previsionales y de subsidios de servicios, que se dilató en el tiempo con un desgaste político que debilitó al gobierno. 2- Mutación del financiamiento del déficit fiscal, a través de la toma de endeudamiento externo e interno dejando de lado la emisión de pesos que caracterizara la gestión anterior, política que generó una burbuja financiera que vía Lebacs, priorizó la inversión financiera por sobre la productiva. 3- El mantenimiento de un tipo de cambio retrasado que a la par de no impactar sobre la inflación tuvo como consecuencia un déficit creciente en la balanza comercial. 4- Implementación de políticas económicas inconexas y a destiempo que intentaron tibiamente incentivar la producción.


En este sentido, el blanqueo impositivo, la reducción de las retenciones a las exportaciones, la ley Pyme y la reforma tributaria, entre otras no fueron receptadas debidamente por los inversores tanto locales como externo, dilatando la lluvia de inversiones que en principio se estimaban.


Las inconsistencias mencionadas, concomitante a la falta de un plan integral produjo que no fueran aprovechadas debidamente las expectativas económicas y el apoyo internacional que se generaron en el inicio de la nueva gestión. El retiro de fondos especulativos que financiaban el gradualismo, forzó al gobierno a recurrir al salvataje del Fondo como una alternativa de solución.


El gobierno de Macri, se encuentra hoy ante esta nueva oportunidad de endeudamiento externo. La comunidad internacional, le vuelve a subir el pulgar a su gestión, depende del propio gobierno y de la desarticulada oposición que el salvataje termine en una experiencia exitosa o un nuevo fracaso.


Sin entrar en el análisis técnico del acuerdo, el mismo en sus términos implica una revisión presupuestaria, en la que se deberá priorizar la productividad del gasto social y la obra pública. Personalmente creo que los gobiernos, tanto municipales, provinciales como Nacional, deben dejar de relativizar la importancia de determinadas partidas de gastos y ponerse al frente del ajuste. Con frecuencia escuchamos que la reducción de gastos en rubros tales como viáticos y representación no son significativos, en tal sentido los gobernantes deben entender que el todo es la sumatoria de las partes y asumir como su principal obligación dar una solución al crónico déficit fiscal improductivo, que en los últimos 50 años sólo ha producido una pobreza estructural del orden del 30 por ciento.


A esta altura de la crisis económica se requiere que los políticos tanto del oficialismo como la oposición estén a la altura de las circunstancias, la sociedad en términos generales y a pesar de la caída en su poder adquisitivo y la incertidumbre sobre su futuro económico, ha mostrado una adultez y comprensión, acompañando un gobierno que tildado como de transición le toca ajustar las distorsiones económicas del populismo del pasado.


Es tiempo de dejar de lado especulaciones electoralistas y dejar de culpar a terceros por nuestra propia ineficiencia, depende de los gobernantes argentinos demostrar que se puede cambiar, haciendo de este salvataje un plan exitoso que en un futuro sea digno de reseñar.